México y el Triángulo Norte

24 enero, 2019 • Artículos, FEG Anáhuac, Latinoamérica, Portada • Vistas: 16845

La política exterior mexicana y la cooperación para Centroamérica y la región sur-sureste del país

Carlos Camacho Gaos

Enero 2019

Una colaboración de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

El reconocimiento del desbalance en el crecimiento económico y social de la región sur-sureste de México en comparación con el resto del país es nuevamente puesto en escena, ahora adicionado de cierta responsabilidad hacia los países de Centroamérica que componen el Triángulo Norte -El Salvador, Guatemala y Honduras-, ha generado importantes flujos migratorios provocados por la expulsión generada por las lamentables condiciones socioeconómicas y por la insostenible situación de seguridad humana en la que viven las poblaciones de esta zona mesoamericana. En el caso de México, los estados de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, cuya población suma más de dieciocho millones de habitantes y tienen índices de pobreza por encima del promedio nacional. En muchos de ellos la zozobra por la inseguridad y la falta de oportunidades de desarrollo humano hacen la vida muy difícil a sus pobladores generando también importantes flujos migratorios hacia los estados del centro y norte del país y recientemente, en menor medida, hacia Estados Unidos.

Desde hace mucho tiempo, se han invocado planes para mejorar las condiciones económicas y sociales de la región sur-sureste de México y en algún gobierno federal anterior se habló de la incorporación de los países centroamericanos, como fue el caso del Plan Puebla-Panamá impulsado durante el mandato de Vicente Fox. Ahora, en el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador se retoma con una concepción que pretende ser integral, después de haber tenido un incipiente avance en ese sentido por la política pública establecida en el gobierno de Enrique Peña Nieto, con el establecimiento de las zonas económicas especiales definidas básicamente en los estados de Campeche, Chiapas, Oaxaca y Tabasco.

¿Cómo se puede realmente cambiar la fisonomía y la estructura de la región para que genere bases económicas sostenibles y sustentables y con ello se incremente las posibilidades de desarrollo humano, de la productividad, el empleo y la riqueza regional?

El reto de la cooperación internacional

La cooperación internacional es una herramienta que puede generar sus frutos si es que tiene una base de planeación de largo plazo, se definen concreta y correctamente los proyectos de desarrollo de infraestructura tanto física como social, y se imbuye un sentido de compromiso social tanto de sus pobladores como de las empresas locales y foráneas. Ciertamente, se debe contar con el apoyo del presupuesto federal orientado y concatenado con los esfuerzos que en el mismo sentido realicen las entidades federativas y los gobiernos nacionales y provinciales de los países beneficiarios para lograr que la ayuda (como la anunciada proveniente de Estados Unidos, México, la Unión Europea y otros países, como Japón).

La cooperación internacional es una herramienta que puede generar sus frutos si es que tiene una base de planeación de largo plazo.

La política exterior mexicana enfrenta un gran reto que no solo se sitúa en el necesario desarrollo equilibrado del país, atrayendo inversiones y desarrollando el sector energético cuyo potencial en la región sur-sureste representa oportunidades en el mediano y largo plazo, sino que debe atender el problema de la migración centroamericana que ya no es solo para Estados Unidos -objetivo final de los migrantes- sino que, para muchos la estancia en México, además de prolongarse por la lenta reacción del gobierno estadounidense para otorgar asilo, se ha convertido en una opción de vida. En ese sentido, México, en voz del canciller Marcelo Ebrard y del representante ante la Organización de las Naciones Unidas Juan Ramón de la Fuente, ha señalado claramente que no es suficiente proporcionar un trato adecuado a los migrantes en tránsito, sino que se debe atacar las causas que genera la migración masiva y no tratar de controlar y excluir.

No es suficiente ni proporcionada la oferta dada por el gobierno de López Obrador de otorgar visas humanitarias y oportunidades de empleo en nuestro país a los migrantes centroamericanos. México no se encuentra en condiciones de absorber una mano de obra por lo general descalificada cuando el principal problema en el sur-sureste es similar en lo económico, en desempleo e informalidad al que enfrentan sus países, aunque hay que reconocer que se dan procesos de transición demográfica diferentes entre México y los países del Triángulo Norte.

El problema migratorio

¿El desarrollo del sur-sureste mexicano y de los países del Triángulo Norte con una población de más de 33 millones de habitantes se debe atener a contener exclusivamente los problemas que ha generado la migración hacia Estados Unidos? Ciertamente no debe ser ese el enfoque a seguir. Resolver el problema migratorio puede seguir varios caminos, desde la política de las restricciones y castigo, la cual ha resultado improductiva, hasta la búsqueda del desarrollo de las zonas emisoras que disminuirá las presiones a migrar en la medida en la que se encuentre un ambiente productivo y seguro que mejore las condiciones de empleo, convivencia social y generación de riqueza. La prueba está en que se están organizando nuevas caravanas de migrantes, a pesar de los infructuosos resultados obtenidos por las realizadas a finales de 2018.

Es importante realizar un análisis de las condiciones sociodemográficas de la región y evaluar las causas que generan la migración no deseada. Además, se debe buscar el desarrollo de la región para que tenga una perspectiva de futuro estable y próspero en un mundo globalizado en el que no solo se requiere de la infraestructura física que permita mayor movilidad social (carreteras, ductos, puertos, electricidad, etcétera) sino que se atienda urgentemente las necesidades mínimas de educación y salud. Se necesita invertir en educación técnica para la sociedad, tratando de disminuir las diferencias de preparación y habilidades para contar en el mediano plazo con un mercado laboral integrado.

La situación que se vive en Triángulo del Norte tiene sus raíces en el modelo económico seguido por estos países.

 De acuerdo al documento presentado por el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi) «Una buena política exterior contribuye a una buena política interior«, la política mexicana hacia Centroamérica, y en particular hacia El Salvador, Guatemala y Honduras, ha estado marcada en años recientes por la definición de seguridad regional de Estados Unidos. A partir de 2014, el gobierno de Peña Nieto puso en funcionamiento la Coordinación de Atención Integral al Migrante en la Frontera Sur, cuyas acciones se basaron más en una dinámica de contención, detención y deportación, ejecutada sobre todo desde el Instituto Nacional de Migración, por la presión ejercida por el gobierno de Donald Trump de convertir a México en «tercer país seguro». Esta situación prevalece ante el nuevo gobierno mexicano que, al igual que el anterior, no acepta con razón, independientemente de las declaraciones de ambos países, de colaborar conjuntamente ante la grave situación centroamericana.

El origen del problema

La situación que se vive en Triángulo del Norte tiene sus raíces en el modelo económico seguido por estos países, en donde es claro que se ha dado un proceso de desindustrialización que ha no solo mermado las capacidades de las economías, sino que ha hecho aún más difícil encontrar soluciones de mediano y largo plazo, y la presión inmediata convierte cualquier esfuerzo en resultados decepcionantes. Los esfuerzos de la Alianza para la Prosperidad en el Triángulo del Norte, generada con la participación de Estados Unidos y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), resultan insuficientes. El BID requiere desarrollar otra estrategia y arreglo institucional para así dirigir sus recursos a los países miembros más pobres. Como señalan George P. Shultz y Pedro Aspe, se requiere de un mejor diagnóstico que dimensione las necesidades de apoyo y defina en un plan detallado en el que se atienda el establecimiento de una plataforma que, partiendo del Estado de derecho y combate frontal a la corrupción, promueva un modelo económico que desregule la actividad de los negocios, busque incrementos en la productividad, incida en mucho mayores flujos de libre comercio e inversión y genere la aportación de mayor valor agregado de la región por medio de un agresivo acuerdo comercial multilateral, y se cuente con una mejor organización del mercado laboral. Toda ayuda debe partir del principio de que las decisiones de política económica y diseño del programa de inversiones tienen que surgir o al menos ser aceptadas integralmente por los gobiernos de cada país.

¿Qué camino tomar?

Hay que ver cuáles son las diferencias estructurales entre los siete estados del país y su comparación con los del Triángulo Norte, pues se va a partir de realidades estructurales diferentes y el establecimiento exitoso de cadenas productivas dependerá del mejor aprovechamiento de las ventajas comparativas de cada uno. Será necesario realizar un ejercicio de homogeneización normativa en la medida de lo posible y tratar a la región como una sola. En este sentido, las acciones de cooperación de México por medio de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo y el demostrado interés del sector privado mexicano deberán mantener su liderazgo en la región y complementar la bienvenida inversión del extranjero, desde luego aprovechando la oferta estadounidense.

En conclusión, y de acuerdo al texto publicado por el Comexi:

La definición clara de las políticas interna y externa pueden contribuir a generar un mayor desarrollo económico en el sur-sureste del país, mediante el reconocimiento de que la base económica potencial de la región está en el desarrollo de bienes y servicios exportables (turismo, maderas preciosas, pesca, ganadería, desarrollo tecnológico). Queda claro que la existencia de un Estado de derecho que garantice el correcto funcionamiento de la economía es el punto de partida para cualquier esfuerzo serio de desarrollo regional. Sin embargo, la inversión pública en infraestructura que proporcione la conectividad debida, detonadora de inversión privada, tanto nacional como extranjera y desarrolle una matriz energética que sustente el crecimiento también serán claves. La continuación y profundización del programa de las zonas económicas especiales, como espacios de incentivos, puede servir de laboratorio para mejores prácticas que, incluso pudieran ser generalizados en caso de ser exitosos.

CARLOS CAMACHO GAOS es Director de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México. Es doctorando y maestro en Economía por la Georgetown University y licenciado en Economía por el ITAM. Sígalo en Twitter en @camachogaos. 

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2 Responses to México y el Triángulo Norte

  1. Joaquín dice:

    Mal artículo que da muchas vueltas, sin proponer, sin explicaciones claras y con una aparente falta de conocimiento en la materia.

  2. Emily dice:

    El programa de las zonas economicas especiales, es muy complejo y tiene un impacto directo en la población. Es muy dificil comprender la aceptación de este programa sin tomar en cuenta las consecuencias de este. Se ha especulado que esto podría provocar mayor desigualdad, en conclusión no se soluciona el problema.

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