Los ojos del mundo sobre Venezuela

29 mayo, 2017 • Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 6900

AP

Rodrigo Morales Castillo

Mayo 2017

Este 31 de mayo de 2017, en la sede de la Organización de los Estados Americanos (OEA), se reúnen de manera extraordinaria los cancilleres del hemisferio para tratar la crisis política, económica y humanitaria que atraviesa Venezuela. Desde abril de 2013, fecha en el que asumió el presidente Nicolás Maduro, la situación del país se ha deteriorado a un ritmo alarmante. Si bien no existe información fiable que nos permita saber con exactitud la profundidad de la crisis, algunas estimaciones dan cuenta de la magnitud de la misma. Por ejemplo, la caída del precio del petróleo (90% de sus exportaciones son este producto) ha impactado de manera significativa. Hoy se calcula que la economía venezolana ha perdido 30% de su valor desde la llegada de Maduro, lo que ha sumido a Venezuela en una de las contracciones económicas más importantes, a nivel internacional, para un país que no está en estado de guerra. La gravedad económica se visualiza también en que hoy Venezuela importa tres veces menos que lo que hace 4 años. Asimismo, el Fondo Monetario Internacional pronostica que en 2017 la inflación será de 720% y la economía se desplomará 7.4%, con lo que se sumarán 4 años de caída.

Por otra parte, la crisis social que vive Venezuela se palpa en la escasez de alimentos y de insumos para hospitales, así como en la salida de miles de venezolanos. Se calcula que existe una escasez de medicamentos en 85% de los hospitales. Además, el propio Ministerio de Salud publicó recientemente que, en 2016, murieron 11 466 niños menores de 1 año (un 30% más con respecto a 2015), al tiempo que la cifra de mortalidad materna se elevó 66%. Aunado a esto, los venezolanos están consolidándose, en varios países, como el primer grupo de solicitantes de asilo, teniendo como destinos principalmente a España y Estados Unidos. En el primero, con casi 4000 solicitudes, fueron la principal fuente de solicitudes de asilo en 2016 (representan la cuarta parte del total de solicitudes de asilo), mientras que, en el segundo, entre diciembre de 2015 y diciembre de 2016, se pasó de 958 a 2334 solicitudes, lo que representa un 143% de incrementó.

En cuanto a la crisis política, es producto de una serie de hechos que denotan la desviación del gobierno hacia la autocracia. La suspensión, con dudosa legitimidad, de un referendo revocatorio, el aplazamiento de elecciones, la detención de opositores, la fugaz decisión del Tribunal Supremo de Justicia (oficialista) de asumir las funciones de la Asamblea Nacional (controlada por la oposición) y la convocatoria del ejecutivo, de manera directa y sin referendo previo, a una Asamblea Constituyente -cuyas bases garantizan el triunfo oficialista-, son tan solo algunos puntos claves para entender la crispación política que se vive. A la fecha, han muerto 55 personas y más de 1500 han sido detenidos durante las manifestaciones convocadas por la oposición.

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La crisis humanitaria que se desarrolla, y su impacto en la región, han propiciado que Venezuela sea un tema central de la agenda hemisférica. Sin embargo, es poco probable un escenario en el que los cancilleres en la OEA adopten una declaración condenatoria o impulsen alguna sanción contra el régimen, ya que el umbral necesario es de veinticuatro votos afirmativos (dos terceras partes).

Aun así, el resultado de la misma es de carácter reservado. En las cuatro resoluciones votados o adoptados por consenso, pero donde constan oposiciones o abstenciones, quince países, incluido México, han mantenido una posición permanente de censura al gobierno de Maduro, al llamar a elecciones, pedir que se reinicie el diálogo nacional y liberar a los presos políticos. Otros nueve han tenido un voto ambivalente, absteniéndose o votando de manera afirmativa. Y diez registran un patrón de voto que respalda al gobierno de Maduro. Destaca que de estos, seis son países caribeños que se han visto beneficiados de la «diplomacia chavista» por medio de ayuda financiera, petróleo a precios preferenciales y cooperación.

En este sentido, los países caribeños son liliputienses del sistema internacional, pero actores fundamentales para adoptar medidas y posibilitar el funcionamiento del multilateralismo hemisférico. De ahí la importancia de acrecentar la presencia en el Caribe mediante instrumentos como el comercio, las inversiones y la cooperación. Una inversión valiosa que hoy parece rendirle réditos muy positivos al régimen venezolano.

Empero, a pesar de este escenario de parálisis que se avecina, esta reunión de cancilleres reviste de una gran importancia pues reaviva el llamado urgente de la comunidad internacional para gestionar la grave situación que vive Venezuela. Si bien una declaración condenatoria al gobierno de Maduro no parece viable, sí existe un nicho de oportunidad para promover el envío de ayuda humanitaria que permita paliar la crisis en Venezuela.

El retroceso democrático de Venezuela rebasa lo meramente nacional. Desde el inició de la «tercera ola» democrática en Latinoamérica y el Caribe, en 1978, hemos transitados hacia regímenes cada vez más democráticos, siendo un elemento profundamente enraizado en la cultura política regional, como se muestra en la gráfica 1. Desgraciadamente hoy Venezuela representa una desviación en esta trayectoria que no puede pasar inadvertida.

Polity IV

La interrupción del orden democrático, así como la irrupción ilegal de las instituciones legítimamente conformadas en cualquier país, son sucesos que atañen al conjunto de países al ir en contra de normas y principios de valor universal. Pero también porque los sistemas democráticos, con elecciones continuas y transparentes, mecanismos permanentes de rendición de cuentas y una separación efectiva de poderes, y la irrestricta protección de los derechos humanos, son pilares centrales en la conformación de sociedades libres y prósperas a las que todos los países aspiramos.

La condena a Venezuela no es una cortina de humo de lo que acontece en el resto de la región. Existen múltiples problemas en los países latinoamericanos y caribeños, como corrupción e inseguridad, que merecen la atención y escrutinio del mundo. Sin embargo, leer esta grave situación en clave «candil de la calle, obscuridad de tu casa» es una fórmula que asegura la parálisis regional y que poco aporta, desde lo internacional, a encontrar soluciones para este tipo de problemas.

Por eso, la suspensión democrática en Venezuela, aunada a la aguda crisis económica y social, demanda una respuesta contundente por parte de la comunidad internacional. De ello dependerá si los instrumentos que hemos adoptado en el marco de la OEA y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reafirman valores y principios irrenunciables y de carácter universal o simplemente son papel mojado.

RODRIGO MORALES CASTILLO es Analista Internacional. Sígalo en Twitter en  @rodrigomoralesc.

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