Libertad de expresión contra discursos de odio

23 mayo, 2016 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 15467

Lo sensato, lo terrorífico y lo absurdo

Reuters via BBC

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Mayo 2016

Los mexicanos «traen [a Estados Unidos] drogas. Traen crimen. Son violadores» (Nueva York, 16 de junio de 2015); debe haber «un alto total y completo a la entrada de musulmanes a Estados Unidos, hasta que nuestros representantes puedan descifrar lo que está pasando» (Nueva York, 7 de diciembre de 2015); «si ven a alguien preparándose para aventar un jitomate, sáquenle la mierda a golpes» (Iowa, 1 de febrero de 2016).

Estas frases fueron expresadas por el candidato a la nominación por el Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. Hay una diferencia entre ellas: las dos primeras se tratan de lo que los europeos llamarían discursos de odio, mientras que la última se trata de lo que los estadounidenses llaman «palabras de pelea». La Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos establece que el «Congreso no pasará ninguna ley en relación a establecer una religión, o prohibir la libre práctica; o impedir la libertad de expresión, o de la prensa; o el derecho del pueblo de reunirse en paz, y hacer petición al gobierno para resolver quejas».

Lo sensato…

En Estados Unidos es posible pronunciarse con una retórica que puede ser catalogada como prejuiciosa, racista o inapropiada, pues la Primera Enmienda protege la libertad de expresión. El discurso de odio no está definido en la ley. La única excepción son justamente las «palabras de pelea», cuando estas son usadas cara a cara con el propósito de iniciar una confrontación física o de incitar una conducta ilegal inminente. De hecho, bajo la ley estatal de Iowa -en donde fue pronunciada la última frase arriba referida-, pueden presentarse cargos por alteración del orden público cuando se dirigen palabras abusivas o se hacen gestos amenazantes, cuando la persona sabe -o debiera razonablemente saber- que es probable provocar la reacción violenta de alguien más.

Trump solo recibió críticas de algunos medios y de aquellos quienes no lo apoyaban. Incluso, hubo una cándida petición en el Reino Unido de prohibir su entrada al país, dados los comentarios considerados, bajo sus leyes, como una incitación inaceptable a la violencia. Obviamente, la petición no tuvo cauce. Sin embargo, fuera de Trump, el tema no es fácil de discernir, puesto que si bien en muchos países democráticos la libertad de expresión está garantizada por la ley, no en todos se refiere a lo mismo ni tiene las mismas excepciones.

En el contexto europeo, debido a que las experiencias del fascismo y del nazismo aún perduran en la memoria colectiva, existen leyes que castigan los discursos de odio. En el Reino Unido es la Ley de Orden Público de 1986 (POA) la que regula que una persona que use palabras o tenga comportamientos amenazantes, abusivos o insultantes, será culpable de ofensa si su intención es, con ello, instigar al odio racial o, tomando en cuenta todas las condiciones, sus acciones o discursos hagan probable la incitación al odio racial. Este se define como odio hacia un grupo de personas por su color, raza, nacionalidad, orígenes étnicos o nacionales. La Ley sobre el Odio Racial y Religioso de 2006 o la Ley sobre Justicia Criminal y Migración de 2008 castigan el odio incitado con base en la religión y la orientación sexual.

AFP via Getty Images-Leon Neal

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Desde hace varias décadas, ha habido múltiples cargos con base en leyes similares a lo largo de Europa. Por ejemplo, en 2009, en el Reino Unido dos hoteleros cristianos fueron acusados de violar la POA por haber llamado al profeta islámico Mohamed, «señor de la guerra». Al final fueron encontrados inocentes de los cargos.

Las acusaciones son comunes en varios países. Está, por ejemplo, el controvertido comediante francés, Dieudonne M’bala M’bala, quien ha sido condenado en repetidas ocasiones por realizar discursos de odio y por negar el Holocausto, tanto en Francia como en Bruselas. Igualmente, el antiguo líder del partido ultraderecha Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, condenado por lo mismo y por antisemitismo en cortes francesas y alemanas. O Brigitte Bardot, famosa actriz, quien fue condenada al menos cinco veces por incitación a la violencia, por comentarios sobre los musulmanes como grupo.

Francia tiene una ley sobre la libertad de prensa de 1881 que, junto con el código penal, prohíbe actos, injurias, difamación, provocación, violencia, insulto, incitación a la discriminación, al odio, la discriminación racial o de una persona o grupo, por pertenecer o no, a un grupo étnico, nación, raza, religión, sexo u orientación sexual o por tener una discapacidad. De hecho, en 2002 una corte de París consideró una queja de varias organizaciones de derechos civiles sobre comentarios del reconocido escritor Michel Houellebecq: «Me he dicho a mí mismo que el hecho de creer en un solo Dios era el hecho de un cretino, no encontraba otra palabra. Y la religión más idiota, es el Islam». La corte decidió que ese dicho no podía ser considerado como insulto racial a los musulmanes, ni una incitación al odio religioso o racial. También en París, en 2006, Philippe Val, Editor en Jefe de la conocida publicación Charlie Hebdo, salió venturoso de una acusación por haber publicado caricaturas sobre el islam, pues la primera corte de apelación confirmó que las caricaturas tenían como blanco solamente a terroristas o fundamentalistas y no a toda la comunidad musulmana.

Lo terrorífico…

En la última década, cada vez es más frecuente que se hagan acusaciones y cargos sobre incitación a actos terroristas, como por ejemplo en Albania, donde un imán local, Artan Kristo, fue arrestado en 2009 en el puerto de Durrës; o bien la acusación contra el imán de la mezquita de Shihab al-Din en Nazaret, Israel, quien habría usado sus sermones para promover mensajes de la yihad al hacer llamados a sus seguidores para lesionar a no musulmanes, lo que sucedió en 2010 cuando un taxista fue asesinado. En Bulgaria se presentaron cargos contra un líder religioso musulmán y seis personas más, por difundir propaganda de guerra en favor del Estado Islámico en 2014. En el Reino Unido, el imán de Londres, Abu Hamza, fue acusado en 2004 en Estados Unidos; después de pasar 8 años en prisión en el Reino Unido por incitar a la violencia, fue extraditado a Nueva York en 2012 y condenado por cargos relacionados con el terrorismo.

En una democracia, las leyes establecen límites y el veredicto queda en manos de la justicia. El desastre es cuando se pasa del discurso de odio a los ataques cobardes, al terrorismo, como lo vivió el mismo semanario Charlie Hebdo en enero de 2015; como lo vivieron las víctimas de los ataques posteriores de noviembre de 2015 en París o las de los más recientes de marzo de 2016 en Bruselas. Además de terrorismo, también se puede hacer referencia a actos de genocidio, como el antiguo líder político de Ruanda, Léon Mugesera, recientemente encarcelado con cadena perpetua, por haber descrito a las personas de la etnia tutsi como «cucarachas», llamando a su exterminación, discurso que sin duda tuvo su parte en la masacre de 800 000 personas durante el genocidio de 1994.

REUTERS/Christian Hartmann

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Lo absurdo…

El contraste entre la libre expresión y las palabras de odio es que unas solo son palabras y otras tienen la intención de incitar a acciones nefastas. Lo propuesto en Estados Unidos y en Europa es diferente. En Estados Unidos uno puede decir lo que quiera, pero en Europa no. Sin embargo, en el país americano recientemente ha comenzado a adquirir importancia un tema que parece acercar a los dos sistemas: el calentamiento global. En 2012, Michael E. Mann, climatólogo americano, presentó una demanda en contra de los críticos de su investigación, conocida por sus controvertidos gráficos llamados «Palo de Hockey», que mostraban un acelerado incremento de la temperatura mundial a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Desde entonces, se habla de la «Inquisición Climática» -término señalado por David B. Rivkin hijo y Andrew M. Grossman, abogados defensores del Instituto para la Competitividad Empresarial, un centro de estudios conocido por su escepticismo en materia de debate y de políticas públicas sobre el cambio climático. Los abogados alegan que Mann y sus acólitos usan métodos estadísticos engañosos en lugar de una presentación precisa de la realidad histórica. Desde hace 4 años, el tema se revisa en las cortes creando incertidumbre legal sobre la Primera Enmienda: castigar discursos que disientan de lo que puede ser considerado como un «consenso» oficial de los gobiernos.

Otro caso, de los representantes Ted Lieu y Mark DeSaulnier, demócratas por el estado de California, quienes han solicitado formalmente al Departamento de Justicia iniciar una investigación que tiene como blanco, entre otras, a la petrolera Exxon Mobil, por dar financiamiento a la investigación sobre el clima. Al respecto, como lo relatan los abogados Rivkin y Grossman en sus artículos en The Wall Street Journal, el tema ha sido ya referido al Buró Federal de Investigaciones (FBI), para revisar si cumple con los criterios necesarios a fin de que la Fiscalía General pueda tomar acción sobre el particular. El tema no es menor, puesto que ha sido tomado también por los procuradores estatales generales en California y en Nueva York. Se pretende perseguir a quienes no piensan como ellos.

Esto puede ser considerado como la puerta de entrada para un cambio en el paradigma sobre la libre expresión. Y en realidad, lo sensato, aunque no se esté de acuerdo con ciertas opiniones, es importante preservarla, pues allí donde es perseguida, hay siempre síntomas de autoritarismo y corrupción que frenan la libertad y con ello el desarrollo de los países. El desafío está en elaborar leyes que desalienten y castiguen la violencia, abusos y malos comportamientos, sin limitar o castigar creencias y permitiendo la libertad de expresión, protegiendo al mismo tiempo los derechos y los intereses de los individuos y las comunidades.

JESSICA DE ALBA ULLOA es investigadora de la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Es O’Gorman Fellow de la University of Columbia y coeditora del Compendium Project (International Studies Association). Además, es coordinadora del Comité de Política Exterior de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales. Es coordinadora de Libia: el final de la primavera. El conflicto libio analizado por las teorías de Relaciones Internacionales. Es internacionalista por la Universidad de las Américas, en México, maestra en Diplomacia y Organizaciones Internacionales y doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de París XI. Sígala en Twitter en @JessicaDeAlbaU

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One Response to Libertad de expresión contra discursos de odio

  1. Erika Trejo dice:

    Estimada Mtra. Jessica de Alba, la felicito por el artículo, el cual parecería de ciencia-ficción combinado con terror, o bien una parodia de humor negro, presentada en uno de los capítulos de la serie «los Simpsosn», pero… con mucho lamento reconozco que se trata de la realidad que hoy vivimos.

    Un abrazo

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