La interparlamentaria

2 junio, 2017 • Artículos, Norteamérica, Portada • Vistas: 4077

¿Un esfuerzo bilateral en vano?

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Juan-Pablo Calderón Patiño

Junio 2017

La Casa Blanca y Los Pinos han sido las residencias de los ejecutivos federales de Estados Unidos y México; en consecuencia, las depositarias de la acción ejecutiva de sus inquilinos en turno, ambos jefes de Estado. Frente a una de las asimetrías de una relación bilateral siempre intensa y dinámica, la suscripción y aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) exigió buscar en Washington al «otro poder», el del Capitolio, que con sus 435 representantes y 100 senadores, es un actor de poder real en la vida estadounidense. En la historia contemporánea de la relación bilateral, una combinación de voluntad política y periodicidad ha tenido, en las reuniones interparlamentarias, un camino paralelo a la diplomacia tradicional. La primera interparlamentaria tuvo lugar en Guadalajara en 1960, en pleno contexto de la Guerra Fría y en realidades tan distantes a la actual entre ambos países: existía aún el Programa Bracero, se preparaba la entrega de El Chamizal y México crecía a tasas que nunca había experimentado desde su vida independiente. Frente a la estructura presidencial en el poder, los legisladores de los dos Estados supieron alentar una vía que, año con año y alternando las sedes por país, formalizó un «parlamento» que ha perdurado frente a doce presidentes estadounidenses y diez mandatarios mexicanos.

La maduración de la democracia del vecino del norte, con su sistema institucional de contrapesos -hoy visto más que nunca con la llegada de Donald Trump al poder-, tiene en sus legisladores una vía de presión institucional sin cortapisas. Contrasta con el legislativo mexicano que migró de la mayoría del partido hegemónico a un pluripartidismo donde existen las primeras minorías que el electorado ha resuelto desde 1997, pero aún no logra consolidar la fuerza política y de contrapesos frente a la cancillería. Si la Constitución mandata al Senado en análisis de política exterior y por la vía del presupuesto a los diputados federales, el abismo es evidente entre ambos congresos y el ejecutivo federal.

Para muchos testigos de la época, la interparlamentaria coadyuvó a relajar la tensión que Estados Unidos y México vivieron en la década de 1980 cuando el gobierno mexicano estuvo a punto de expulsar al Embajador estadounidense por sus abiertas intromisiones a la vida interna derivado de las crisis del narcotráfico y de la deuda. En el proceso de ratificación del TLCAN, los congresos jugaron un papel clave. Y así como estaba el famoso «cuarto de a lado», que reunía al sector empresarial para acompañar a los negociadores oficiales, las interparlamentarias fueron el prólogo para buscar entendimientos, escuchar posiciones y no llegar de cero al día de la ratificación del Tratado.

Los retos a enfrentar

La LIII Reunión Interparlamentaria, que se realizará el 5 de junio en la Ciudad de México, iniciará en uno de los momentos más tensos en la relación bilateral, aún más que en la candente década de 1980 con la emergencia de los cárteles de la droga y el proceso de pacificación en Centroamérica. Las bases del entendimiento prenden de hilos muy delgados. La sincronización de la economía mexicana a la del vecino del norte, la gran cantidad de mexicanos -con independencia de su estatus legal que viven en Estados Unidos y que son sujetos al racismo y xenofobia por parte de autoridades-, la integración energética aún con sus asegunes, el desgaste en México por el combate a las drogas, la antesala a la renegociación del TLCAN con el prólogo del tema azucarero, son temas que no merecen la improvisación de los legisladores mexicanos.

Cámara de Diputados

Muchos han criticado la funcionalidad de estas reuniones, lo cierto es que con más de medio siglo cobran importancia en momentos claves como el actual. En algunos encuentros se ubicaban a los liderazgos legislativos que desde el ejecutivo tuvieron misiones en la diplomacia en el primer orden. Una interparlamentaria es un resorte de Estado y no debe existir lugar para rellenar espacios, sino para saber qué se dice, qué se propone y qué se quiere. Ya existe una asimetría entre el Congreso mexicano y el estadounidense en que el segundo tiene un «Congress staff» permanente, que trasciende legislaturas y de suma profesionalidad. Los legisladores de Estados Unidos saben a qué van y qué van obtener. Sería un riesgo que los legisladores de México acudan a lugares comunes o a la tersa caligrafía de los documentos que acompaña la Secretaría de Relaciones Exteriores. Enarbolar una posición de Estado en un momento de crisis es apremiante y por ello deben sumar las funciones de cada poder en carriles paralelos. Pretender que el Ejecutivo les diga qué decir a algunos legisladores es un riesgo que exhibe descoordinación y ausencia de política, lo que hará a México más vulnerable. Igual de trágico es que en la delegación mexicana pueda existir un legislador al que abiertamente se busca desaforar o que se encuentre en proceso de investigación por presuntos ilícitos. Cuando muchos de los casos de corrupción, lavado de dinero o delincuencia organizada atraviesan por políticos mexicanos desde agencias estadounidenses, es un riesgo si quiera nombrar a alguien que podría quebrar más el codiciado elemento de la confianza con los interlocutores, en este caso, desde el Congreso.

Si se hace una revisión rápida a los representes del Capitolio de Washington, tanto en reuniones en México como en Estados Unidos, el resultado es que un gran porcentaje son provenientes de los estados fronterizos sureños. Pocos, pero sustantivos, han sido los casos en que un liderazgo, en especial del Senado estadounidense, no sea de un estado de la frontera sur. El caso del senador Christopher Dodd, de Connecticut y que fue muy cercano políticamente al Senador por Massachusetts, Edward Kennedy, es emblemático porque elevó el nivel del debate y su buen español era un factor que ayudaba sobremanera a la distinción del encuentro. Por la parte mexicana y en la etapa de una nueva pluralidad en las cámaras, la presencia en el Senado de figuras como Fernando Solana o Rosario Green, fueron centrales por su sensibilidad y conocimiento de los temas. El cuidado de toda interparlamentaria es saber dar un cauce binacional y no uno, que aunque válido, es el birregional, que no debe agotar toda la reunión. Adjunto a ese tema la Conferencia de Gobernadores Fronterizos, un mecanismo que tiene en ese tópico su razón de ser desde 1980 cuando se llevó a cabo la primera reunión en Ciudad Juárez, Chihuahua, 2 décadas después del inicio de la primera Reunión Interparlamentaria Estados Unidos-México.

Quizá una de los méritos que tuvo la operación de la interparlamentaria, fue en el desgastante proceso de certificación antidrogas en el que participaba el ejecutivo estadounidense y sus dos cámaras federales hasta 2002. La figura que inició en 1986, de por sí vista con recelo por México, además de ser un mecanismo que vulneraba la no intervención podía frenar la ayuda a la cooperación contra el flagelo de los narcóticos y encendía en cada proceso un levantamiento de ceja que no abonaba a una relación madura entre vecinos. Los sectores más radicales y antimexicanos, como el del entonces senador republicano Jesse Helms, fueron derivados por compañeros suyos que tenían interlocución con sus pares mexicanos año con año.

Estados Unidos y su Congreso tienen, a diferencia del legislativo mexicano, poco espacio en la llamada diplomacia parlamentaria. El desarrollar por más de medio siglo estas reuniones ubican desde la vida parlamentaria estadounidense a México como un país estratégico en la vida política, económica y social del país más poderoso del mundo. Canadá, Japón y el Reino Unido son los otros países que el Congreso de Jefferson y Adams conceden un trato especial en el diálogo legislativo.

CFTR

En busca del entendimiento

Frente a la política con minúscula y llena de adjetivos peyorativos que exhiben ignorancia y no una razón de Estado en la presidencia de Trump, el Capitolio tiene islotes de políticos profesionales que buscan convergencias con México. Es menester del Estado mexicano aprovechar esos espacios para el diálogo y el entendimiento. Dicha presencia se abandonó una vez ratificado el TLCAN en 1994. Antes, el mandatario mexicano entendió que no toda la política en Estados Unidos se hace en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Intermitentemente, la interparlamentaria fue perdiendo fuerza y eco al grado de que hoy ya no será el encuentro bicameral, sino únicamente entre diputados federales mexicanos y representantes estadounidenses. Sumado a ello, la propia división de las temáticas que se ven en los congresos es dispar, entre una Cámara de Representes con veinticinco comités y una Cámara de Diputados con más del doble de comisiones. El caso del Senado mexicano es más que un laberinto cuando las homologas a la influyente comisión de asuntos exteriores (por la que han transitado políticos como John Kerry, después fue Secretario de Estado, o Joe Biden, Exvicepresidente con Barack Obama), se divide en ocho comisiones de relaciones exteriores.

Muchos analistas han hablado de que una renegociación del TLCAN debe ser antes de las elecciones para renovar el Capitolio el 6 de noviembre y en México, las elecciones federales de julio, ambos procesos en 2018. Sin duda, la tensión se va a incrementar y más cuando la propia realidad en Estados Unidos empiece a derivar mitos del «pensar» de Trump. Los representantes y senadores de diversos estados empiezan a darse cuenta de las presiones que tendrían si dejan que el primer o segundo socio comercial de sus representados pueda salir del acuerdo regional. Una salida pragmática a una racionalidad donde el legislador se juega su reelección. En México, el escenario es más frágil por la devaluación de los miembros del legislativo y en gran parte de la llamada «clase dirigente» que aún no ha resuelto que se busca con Estados Unidos más allá de Trump. Ante ello, la misión de la LIII Reunión Interparlamentaria, puede tener dos cauces: una reunión más que sería empujarla al olvido o cimentar un nuevo periodo como lo exige la actual condición bilateral. La segunda es el mayor desafío y retrata lo que mencionaba Fernando Solana sobre estos ejercicios, que pueden «preservar la capacidad en la toma de decisiones para beneficio de nuestra sociedad».

JUAN-PABLO CALDERÓN PATIÑO es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana. Sígalo en Twitter en @balajucapitan.

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2 Responses to La interparlamentaria

  1. Francisco Berlín Valenzuela dice:

    Magnífico análisis sobre el estado que guardan las relaciones bilaterales entre los parlamentos de los dos países, que reflejan conocimientos e importantes experiencias en materia internacional de su autor, quien es un digno egresado también de El Colegio de Veracruz, al que prestigia con su actividad intelectual.

  2. Lilia Hernández Ayala dice:

    Muy explícito Lic J. Pablo Calderon P. Para poder entender todo acerca de la importancia del TLC Gracias y esperamos seguir leyendo sus publicaciones

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