La imagen de México en Latinoamérica

1 octubre, 2018 • Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 26959

Cómo pasamos de El Chavo a El Chapo

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 Juan José Salgado Ávila

Octubre 2018

A diferencia de lo que puede creerse, México es bastante desconocido en el espacio latinoamericano. Mi convivencia con chilenos, argentinos, haitianos, nicaragüenses, ecuatorianos, colombianos, venezolanos, peruanos y bolivianos, en diferentes dinámicas sociales, lo hace palpable. Sin duda hay esbozos de la cultura popular mexicana bien arraigados en el imaginario colectivo latinoamericano de que El Chavo del 8 y Cantinflas son protagonistas. El cine de oro mexicano, las rancheras, la gastronomía y el tequila ponen un poco más de contexto.

Sin embargo, es evidente el deterioro que ha tenido la imagen de México en el exterior, cada vez se hace más frecuente la relación del país con el narcotráfico, en buena parte reforzada por la proliferación de documentales y series de televisión, El Chapo es el nuevo ícono. Nos convertimos en el país violento, de los 50 millones de pobres. ¿Cómo es que llegamos a esto? ¿En qué momento y por qué México pasó de ser un referente positivo para Latinoamérica a ser el ejemplo, en muchos sentidos, de lo que no se debe hacer?

El nacimiento de la actual estructura de poder: de López Portillo a De la Madrid

Durante el gobierno del priista José López Portillo (de 1976 a 1982) hubo un significativo auge petrolero en el país, es importante decir que el ingreso petrolero fue por mucho tiempo el principal ingreso del Estado mexicano. López Portillo endeudó al país, pensando en amortizar la deuda con las ventas de la producción petrolera. Está decisión llevó al país a una de las crisis económicas más severas de su historia.

México se vio obligado a acudir a Washington y, en consecuencia, al Fondo Monetario Internacional en busca de ayuda. Al final, el país obtuvo la ayuda, pero a partir de ese momento las cosas tenían que cambiar. El presidencialismo imponente en el que el ejecutivo ejercía control pleno sobre los demás poderes de la Unión no podía seguir más. Uno de los cambios más significativos se sintió en la relación de los presidentes con el exterior, en específico con las organizaciones internacionales. Miguel de la Madrid (de 1982 a 1988), el elegido de López Portillo, fue quien pagó los platos rotos.

Es evidente el deterioro que ha tenido la imagen de México en el exterior, cada vez se hace más frecuente la relación del país con el narcotráfico, en buena parte reforzada por la proliferación de documentales y series de televisión, El Chapo es el nuevo ícono.

Se hizo necesario insertarnos plenamente en el mercado mundial y el alto empresariado mexicano vio la oportunidad de romper la relación de subordinación con el gobierno priista, acabar con el corporativismo empresarial y construir un régimen bipartito que les permitiera tomar un espacio de poder desde el cual acceder a la toma de decisiones de la política pública a implementar, tanto de manera interna como externa, y conseguir una posición en el mundo. En lo político, otras fuerzas empezaron a disputar el poder. El Partido Acción Nacional, que ganaría por primera vez una gubernatura al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1989, es una de ellas; y, otra, el Frente Democrático Nacional (FDN) que casi arrebató la presidencia de la república al PRI en las elecciones de 1988 (los resultados de esa elección siguen poniéndose en duda hasta hoy, por fraude). Del FDN se desprendería el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Entonces, a finales de la década de 1980 hay tres factores que definen la estructura de poder en México: la nueva relación del gobierno con las fuerzas supranacionales; la entrada disruptiva del empresariado a la vida pública y política, y, por último, los partidos que sirvieron para crear contrapesos políticos al PRI.

Expresiones de las relaciones de poder: Carlos Salinas de Gortari y el TLCAN

El sexenio de Carlos Salinas de Gortari (de 1988 a 1994) echó a andar la consolidación neoliberal en México. Tomó como una de las directrices de su gobierno el adelgazamiento del Estado mexicano, y una de sus estrategias fue privatizar las empresas públicas. Salinas de Gortari vendió cerca de mil empresas paraestatales, entre ellas Teléfonos de México (Telmex) y el Banco Nacional de México (Banamex). Los nuevos polos de poder empresariales celebraron la descentralización de la economía. Grandes consorcios se vieron beneficiados de las privatizaciones y se han fortalecido desde ese entonces. Carlos Slim, de Grupo Carso, es uno de ellos.

Sin embargo, el surgimiento de fuerzas políticas de izquierda antipriistas y la entrada disruptiva del FND al escenario político, obligaba a Salinas de Gortari a buscar un marco impenetrable que asegurara su legado liberalizador, y encontró la solución en la negociación de un acuerdo comercial con Canadá y Estados Unidos. La concreción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) marcó no solo la política exterior, sino el sexenio entero de Salinas de Gortari, concluyendo con él una reforma radical a la política comercial mexicana que representaría el cambio definitivo al modelo económico. Salinas de Gortari había jugado el destino económico del país, con una élite empresarial fortalecida y dominante.

Felipe Calderón: la Iniciativa Mérida

Jorge Chabat resalta en su artículo «La seguridad en la política exterior de Calderón» de la revista Foro Internacional (2013), la relación de bajo perfil que había tenido México con el exterior en temas de seguridad, respetando la tradición pacifista que no veía con buenos ojos el uso de la fuerza militar. Eso se rompió definitivamente en el sexenio de Felipe Calderón.

Para entender ese sexenio es fundamental tener en mente que Calderón llego al poder después de una violenta campaña, en la que utilizó una brutal estrategia de anuncios negativos en contra de su rival Andrés Manuel López Obrador, del PRD, a quien ganara por un estrecho margen bajo la sospecha de fraude. Esa situación generó un escenario social polarizado en el que una significativa parte de la población no reconocía como legítima su victoria. Calderón iba a intentar gobernar sin mayoría en las cámaras y en búsqueda de legitimidad.

Han pasado más de 30 años del mismo modelo en los gobiernos mexicanos se olvidaron de sus pares en Latinoamérica por el afán norteamericano.

Calderón echó mano de la política exterior para conseguirle a su gobierno la legitimidad que, para muchos, no había ganado en las urnas. Primero identificó un enemigo clásico del Estado mexicano, el narcotráfico, y declaró una guerra que involucró al ejército y la marina. Luego aprovechó la relación que Salinas de Gortari había sembrado con Estados Unidos, los compromisos que habíamos adquirido con ellos en materia de seguridad en las fronteras, sobre todo después del 11-S, y aceptó la colaboración técnica y armamentista del ejército estadounidense por medio de la Iniciativa Mérida: un paquete gigantesco de ayuda extranjera, en el que se reconoce que los países participantes tienen una responsabilidad compartida sobre problemas comunes. Así justificó Calderón esta injerencia. Había llevado el asunto de su legitimación muy lejos y ahora había que pagar las consecuencias, lamentando los más de 200 000 muertos.

La situación actual

México es la economía hispanohablante más importante del mundo. Algunos lo ponen como la décimo primera economía mundial, el décimo tercer país con más reservas internacionales, primer lugar en exportaciones de varias materias primas y productos manufacturados. No obstante, es también el país en el que el 50.6% de la población vive con ingresos menores a la línea de bienestar, que ha fracasado combatiendo a la pobreza. El país que empezó una guerra interna en el que se ajusticia a estudiantes inocentes, a reporteros y periodistas, el de los 100 000 muertos por sexenio, el de los desplazados, en el que los narcotraficantes se vuelven héroes.

Se firmó el TLCAN con el discurso de empezar a transitar el camino al «primer mundo», pero los campesinos, los obreros, los maquiladores que producen por sueldos ínfimos los productos que exige el mercado norteamericano, preponderantemente estadounidense, están sufriendo el recorrido. Basta con ver la evolución del poder adquisitivo del sueldo mínimo desde la entrada en vigor del TLCAN hasta hoy para comprobarlo. En enero de 1994 el sueldo mínimo en la zona A (el más alto) compraba 4.89 dólares. En enero de 2018, el sueldo mínimo compraba 4.56 dólares, 6.7% menos que hace 24 años, según datos del Banco de México y del Servicio de Administración Tributaria.

Han pasado más de 30 años del mismo modelo en los gobiernos mexicanos se olvidaron de sus pares en Latinoamérica por el afán norteamericano. Se olvidaron de los demás papeles que debemos ocupar en el mundo, además de ser la fábrica de bajo costo estadounidense, y se envició la relación con el mercado de consumo de drogas más importante del mundo. También se olvidaron de la población más pobre y los dejaron rezagados en aras de conseguir el «progreso» como si fuera un objeto de manufactura. Y en ese olvido parece que está yendo también la maravillosa cultura mexicana, el cine, las rancheras, en el exterior. Con esto podemos ver con claridad por qué la conducción política del país, en apenas unos años, nos hizo pasar de El Chavo a El Chapo.

JUAN JOSÉ SALGADO ÁVILA es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es maestrante en Estudios Internacionales en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Es analista de comercio en la oficina de ProMéxico en Chile y colaborador en Vociferante. Sígalo en Twitter en @juanjo9005.

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3 Responses to La imagen de México en Latinoamérica

  1. Es un excelente articulo, y refleja la realidad de México. Muchas Felicidades al Lic. Juan Jose Salgado Ávila

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