La gran ilusión

2 octubre, 2018 • Asuntos globales, Opinión, Opiniones Oportunas • Vistas: 7173

Ministerio de Defensa de Rusia

 Fausto Carbajal

26 de septiembre de 2018

De la sección Opiniones Oportunas del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

En 1909 se publicó The Great Illusion, escrito por Norman Angell. Pronto la obra se convertiría en un éxito en las ciudades más cosmopolitas de aquella época. En él, Angell hablaba sobre la inviabilidad, e incluso imposibilidad, de una conflagración entre países europeos, debido a las condiciones de interdependencia económica y paz que se habían generado en el continente tras el fin de las guerras napoleónicas en 1815. Todo parecía indicar que la guerra se había convertido en una gran ilusión. Cinco años más tarde, Europa conocería una de sus peores tragedias con la Gran Guerra. No es exageración decir, incluso, que una faceta del siglo XX encuentra su reflejo en aquel verso de Leonard Cohen: «I’ve seen the future, brother: It is murder».

Una variante de la posición de Angell parece resonar en nuestros días: la guerra entre los Estados se ha convertido en una gran ficción. Seguramente, esta idea parte legítimamente de la experiencia y el sentido común. Por una parte, la violencia armada en el mundo ha adquirido una dimensión primordialmente intraestatal, y los actores violentos irregulares, a saber, las organizaciones terroristas, el crimen organizado o las insurgencias, son los principales desafíos para la seguridad de muchos países, incluido, por supuesto, México. Por otra parte, la integración económica y la diplomacia han desempeñado un papel preponderante para evitar al máximo los conflictos convencionales entre los Estados.

No obstante, en una época como la nuestra, en que las estructuras de la política internacional atraviesan por un proceso de fragmentación y reconfiguración, conviene replantearse toda trayectoria que dábamos por sentado. El problema de nuestros tiempos, decía Paul Valéry, es que el futuro ya no es lo que solía ser.

El problema de nuestros tiempos, decía Paul Valéry, es que el futuro ya no es lo que solía ser.

En este contexto geopolítico global, es posible que en los siguientes meses se abra a debate una reforma a las fuerzas armadas en nuestro país. Si bien este tipo de iniciativas no son exclusivas de México, sí podría ser una de las más radicales -y desorientadas- que se estén contemplando. Llaman especialmente la atención aquellas opiniones que hablan de reconvertir a las fuerzas armadas en instituciones enfocadas a labores de protección civil ante desastres naturales, seguridad pública e, incluso, de desarrollo social.

Sin duda, es deseable profundizar en aquellos procesos de rediseño institucional que contribuyan a hacer más versátiles y modernas a las fuerzas armadas ­­-por ejemplo, para hacer frente, junto con civiles, a expresiones de guerras híbridas-. No obstante, pareciera que el ímpetu político de transformar al estamento militar, y con él su doctrina, entrenamiento y organización, está profundamente anclado en nuestra experiencia actual como país; me refiero específicamente al combate al crimen organizado. En este sentido, Raymond Aron decía a manera de crítica, que el pensamiento estratégico «se inspira cada siglo, o más bien cada momento de la historia, a partir de los problemas que los eventos en sí mismos plantean».

No hay que darle muchas vueltas al asunto: una política de defensa nacional que guíe el esfuerzo de las fuerzas armadas para lo que resta del siglo XXI, será un instrumento crucial no solo para alcanzar nuestros objetivos nacionales, sino para que México sea un factor de estabilidad y paz en un sistema internacional que ha demostrado ser por demás inestable.

FAUSTO CARBAJAL es Asociado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi).

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