La economía de la felicidad

26 mayo, 2016 • Artículos, Asuntos globales, Portada • Vistas: 34074

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Mayo 2016

Hace más de 2 siglos el economista Robert Malthus se preguntaba acerca del propósito final de la disciplina económica. Malthus afirmaba: «El objetivo manifiesto de la investigación de Adam Smith es la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. Sin embargo, hay otra investigación, quizás aún más interesante y que ocasionalmente se confunde con esta; me refiero a la investigación sobre las causas que afectan la felicidad de las naciones». Tuvieron que pasar cerca de 2 siglos para que la disciplina económica hiciera un esfuerzo por investigar la felicidad en los países, así como por reconocer que la felicidad no debe ser confundida con el ingreso.

En 1974, con el trabajo pionero del economista Richard Easterlin -y con el surgimiento de la paradoja que lleva su nombre-, que la disciplina económica se interesa por investigar acerca de la felicidad de las personas. La Paradoja de Easterlin afirma que el crecimiento económico -el aumento generalizado del ingreso y la abundancia de productos- no viene acompañado de un aumento de la felicidad de las personas. La investigación de la felicidad ha crecido exponencialmente durante las últimas 3 décadas, obligando a los economistas a recurrir al conocimiento generado en disciplinas cercanas, como la psicología, la sociología y la neurología. La investigación ha sido tan numerosa que hoy es posible hablar de una economía de la felicidad; donde los economistas, muchas veces desbordando las fronteras tradicionales de su disciplina, buscan entender y explicar qué factores y políticas públicas son relevantes para la felicidad humana.

En su surgimiento la economía de la felicidad tuvo que demostrar su solidez conceptual, así como abordar temas metodológicos asociados a la medición de la felicidad. Hoy es claro que la felicidad no es un constructo de académicos sino una vivencia de los seres humanos. La felicidad se concibe como el conjunto de experiencias de bienestar (afectivas, evaluativas y sensoriales) que los seres humanos viven cotidianamente y que les permite hacer una apreciación global de sus vidas con frases como: «estoy a gusto conmigo mismo», «estoy satisfecho con mi vida», o «soy feliz». Debido a que la felicidad es experimentada por las personas, se acepta que cada persona tiene la autoridad para juzgar su vida y que, en consecuencia, la mejor forma de conocer la felicidad de alguien es mediante la pregunta directa. Sería no solo un error sino también un gran riesgo dejar que, al igual que sucede con la pobreza, sean los académicos y funcionarios públicos los que digan quienes son felices y quienes no.

La economía de la felicidad se basa entonces en una concepción de felicidad como vivencia, y la investigación se hace a partir del reporte que las personas hacen de su situación, por lo general respondiendo a preguntas acerca de su satisfacción de vida. Es claro que la felicidad se puede medir, pero para ello hay que preguntarle a quien la experimenta. Hoy varias oficinas nacionales de estadística siguen esta metodología de medición de la felicidad y la información puede ser utilizada para realizar investigación acerca de las causas de la felicidad y acerca de las oportunidades de acción para contribuir a tener sociedades donde la gente sea feliz.

Nat Geo

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La investigación muestra que, tal y como la afirmaba Malthus, es un gran error confundir al ingreso con la felicidad. Si bien el ingreso puede contribuir a la felicidad, nada garantiza que un mayor ingreso venga acompañado de mayor felicidad; de igual forma, un alto ingreso no implica necesariamente mayor felicidad, así como un bajo ingreso no implica infelicidad. Quizás la mejor manera de abordar la confusión es reconociendo que los seres humanos son mucho más que meros consumidores y que, por lo tanto, su felicidad no depende solo de su poder de compra. La economía de la felicidad ha mostrado que hay necesidades no materiales que son tan importantes como las materiales; los psicólogos mencionan las necesidades de competencia (sentirse útil y de valor en sociedad), de relación (recibir y dar aprecio y cariño), y de autonomía (actuar con base en la motivación intrínseca y poder marcar el rumbo propio). Por ello, las personas derivan gran parte de su felicidad a partir de sus relaciones humanas, empezando por las relaciones familiares y continuando con las relaciones con amigos, colegas y vecinos. De igual forma, el tiempo de ocio -aunque improductivo en la generación de ingreso- puede ser muy relevante no solo para el descanso, sino también para la recreación y la construcción de relaciones humanas genuinas y desinteresadas. Muchas son las áreas donde la investigación de la economía de la felicidad puede hacer una contribución importante.

Pobreza

Por décadas, y con no mucho éxito, los gobiernos y los organismos internacionales se han preocupado por sacar a la gente de la pobreza. Más allá de la arbitrariedad con que se define el término, dos son los temas centrales donde la economía de la felicidad puede hacer una contribución. Primero, muchos son los que no salen de la pobreza, y no hay que resignarse a que estas personas vivan una vida infeliz El deseo por sacar a la gente de la pobreza nos ha hecho olvidar que se puede hacer mucho por aquellos que están y que, por muchas razones, permanecerán en condiciones de pobreza. La obsesión por aumentar su ingreso no implica que se dejen por fuera otras áreas de acción. Por ejemplo, hay que pensar en crear comunidades con fuertes lazos vecinales, la educación debe enfocarse no solo a las habilidades y destrezas para el trabajo sino a aquellas útiles para tener relaciones humanas gratificantes -empezando por las relaciones de pareja y con los hijos-, los quebrantos de salud son catastróficos para la felicidad y muchos pueden ser prevenidos si se dispone del conocimiento relevante, y con las recomendaciones adecuadas es posible hacer un mejor uso del ingreso. Segundo, sacar a la gente de la pobreza no es suficiente para garantizar su felicidad. Muchas son las recomendaciones que la economía de la felicidad hace para que las personas no solo salgan de la pobreza sino para que se ubiquen en una situación de vida satisfactoria.

Grupos de clase media

El énfasis en la pobreza como bajo ingreso ha generado la impresión de que las políticas de Estado pueden desentenderse de las clases medias. Lo cierto es que no todos son felices en estos grupos y que hay espacios de oportunidad para una acción pública que contribuya a su felicidad. La economía de la felicidad investiga temas como trabajos satisfactorios; balance familia-trabajo; construcción de comunidades y no solo de soluciones habitacionales; la importancia de la infraestructura recreativa; el diseño urbano; y el diseño de programas escolares que den conocimientos y habilidades útiles para generar relaciones humanas genuinas y gratificantes, así como para hacer un uso gratificante del tiempo libre. Elevar la productividad laboral es conveniente, pero no necesariamente para gastar más, sino para disponer de más tiempo para fortalecer esas otras áreas donde se es persona pero no necesariamente consumidor.

Nat Geo

Nat Geo

La investigación de la economía de la felicidad ha mostrado que la gente feliz tiene un comportamiento más prosocial, que tiende a vivir más años y que se enferma menos, con grandes beneficios tanto para el sistema de seguridad ciudadana como para el de seguridad social. En el mundo de la empresa la gente feliz se ausenta menos, rota menos, es más creativa, genera una mayor lealtad del cliente y pone mayor esfuerzo y pasión en lo que hace. Por ello, el que los gobiernos y las empresas se interesen en la felicidad puede ser de conveniencia para todos.

La búsqueda de la felicidad

En realidad hay muchas y muy buenas razones para estudiar la felicidad de los seres humanos, pero quizá la razón más importante es que a las personas les interesa e importa ser felices. Hay evidencia que muestra también que si a los políticos les interesa la reelección de sus partidos les debería de interesar la felicidad de los ciudadanos.

En 2011, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas adoptó por unanimidad la resolución titulada «La felicidad: hacia un enfoque holístico del desarrollo» en la cual se establece que la búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental y se invita a los Estados miembros a implementar políticas públicas orientadas a este fin. En la consecución del desarrollo no debe olvidarse que el fin último no es alcanzar altos indicadores de ingreso per cápita sino lograr que la mayoría de la gente esté satisfecha con la vida que lleva. Continuar confundiendo el ingreso con la felicidad puede tener consecuencias perjudiciales; por ejemplo, las altas tasas de depresión y, en general, de infelicidad en Chile -el llamado milagro económico de Latinoamérica- así lo muestran.

En un discurso de 1968 y refiriéndose a las limitaciones del PIB como indicador del progreso de las sociedades, Robert Kennedy manifestó «el producto nacional bruto no permite medir la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o la alegría de su juego. No incluye la belleza de nuestra poesía o la fortaleza de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público o la integridad de nuestros funcionarios públicos. Tampoco mide ni nuestra inteligencia ni nuestro valor ni nuestra sabiduría ni nuestro aprendizaje ni nuestra compasión ni nuestra devoción a nuestro país, en definitiva mide todo, salvo aquello por lo que vale la pena vivir». La economía de la felicidad obliga a ampliar la mirada y a plantearse la pregunta ¿qué es aquello por lo que vale la pena vivir?

MARIANO ROJAS es profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) México y de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Es doctor en Economía por The Ohio State University. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel III y Presidente Electo de la International Society for Quality of Life Studies. Coordinó la iniciativa Midiendo el Progreso de las Sociedades: Una Perspectiva desde México.  

 

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4 Responses to La economía de la felicidad

  1. Jaime Rodriguez Espinoza dice:

    Malthus sugería la eliminación de las leyes de pobres en la Inglaterra de su época. Su idea de progreso económico consideraba que al ser los pobres responsables de su condición, la sociedad no debería intervenir para mejorar su situación, dado que su reproducción traería un deterioro de la economía y escasez futura de recursos. El destino de esos pobres debían ceñirse, según su pensamiento, a las leyes de la naturaleza, que no permitiría su supervivencia. No creo que sea un referente para la búsqueda de la felicidad, al menos no lo es para la población más vulnerable. El darwinismo social tiene mucha influencia de Malthus

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