Israel: ¿obstáculo para la paz entre Estados Unidos e Irán?

1 octubre, 2013 • Artículos, Medio Oriente, Norteamérica, Portada, Sin categoría • Vistas: 13405

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Octubre 2013

La política iraní ha generado grandes sorpresas recientes que se han convertido en esperanzas para la política de Medio Oriente y del mundo. No obstante, dejando los equilibrios geopolíticos de lado, también han provocando un gran rechazo en Israel dados los intereses ligados al complejo militar-industrial y a la derecha ultranacionalista.

ISRAEL EN LA RELACIÓN ESTADOS UNIDOS- IRÁN.

Los últimos meses han generado grandes sorpresas en la política iraní, que se han convertido en esperanzas para la política de Medio Oriente y del mundo. En primer lugar, la inesperada victoria electoral de Rouhaní, y seguidamente, su giro en política doméstica y exterior que se puso de manifiesto en el discurso en la ONU, la entrevista telefónica con el presidente Obama y el encuentro entre el Secretario de Estado estadounidense y el Ministro de Asuntos Exteriores iraní. Todos ellos pasos históricos en la relación entre los dos países desde la Revolución islamista en Irán.

Sin embargo, estos primeros gestos están provocando un gran rechazo en el actual gobierno israelí. Israel cae lejos de los intereses prioritarios iraníes, que se centran en primer lugar en su espacio vecino, con máxima preocupación por la presencia de Estados Unidos en la región, Iraq, Afganistán, el Golfo Pérsico, Arabia Saudí, el Mar Caspio y Rusia (ver Zaccara, L. «Irán y la cuestión nuclear», Política Exterior, nº 109, 2006). Para defender sus intereses, Teherán busca ejercer un papel de potencia en la región, y para ello, su enfrentamiento con Israel tiene un papel instrumental, al igual que su influencia en Siria y Líbano.

¿A qué se debe pues la obsesión israelí con Irán en el último decenio? Está claro que el desarrollo del programa nuclear iraní, sumado a misiles de alcance medio, podría llegar a constituir una amenaza para Israel. Sin embargo, la capacidad nuclear y militar israelí, y evidentemente norteamericana, es tan desproporcionadamente superior que constituye una clara barrera de disuasión que hace impensable un ataque iraní.

La bomba nuclear iraní, más que por la amenaza directa, es importante porque modificaría los equilibrios en la región. Además, introduciría un factor de disuasión a favor de Teherán, que se siente muy inseguro ante las repetidas amenazas que llegan desde Israel y desde más de una voz estadounidense. Esto restaría peso a Israel, y a Estados Unidos, en Medio Oriente.

No obstante, la principal razón para la beligerancia israelí contra Irán no se debe buscar en los equilibrios regionales, sino en los intereses de algunos sectores israelíes ligados al complejo militar-industrial y a la derecha ultranacionalista. Desde la paz de Camp David con Egipto, y desde los Acuerdos de Oslo con Arafat, Israel se ha quedado sin un enemigo árabe creíble. Así, los sectores que ganan poder gracias a la tensión militar han estado buscando enemigos para justificar las políticas beligerantes y el enorme gasto en el ejército y en armamento. Irán y su programa nuclear, sobre todo con Ahmadineyad, se convirtió en el candidato ideal, incluso mejor que el terrorismo.

LA RELACIÓN DE ISRAEL CON ESTADOS UNIDOS

La presente crisis en las relaciones entre Israel y Estados Unidos no es nueva. No es la primera vez, y no será la última, que hay diferencias entre Washington y Tel Aviv. A pesar de ello, siempre se han superado para continuar manteniendo la relación especial. Esto es así porque los lazos tan estrechos que existen entre los dos países no se deben a la coincidencia de intereses en política exterior, sino a la enorme influencia que el lobby proisraelí tiene sobre los políticos norteamericanos.

La influencia del American Israel Public Affairs Committe (AIPAC) en la política exterior de Estados Unidos ha llegado a preocupar incluso a reputados analistas de las relaciones internacionales como John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, quienes denunciaron que el lobby había conseguido que los gobiernos norteamericanos hicieran prevalecer los intereses de Israel por delante del interés nacional de Estados Unidos.

Es verdad que los norteamericanos de religión judía no forman un bloque monolítico. Tienen debates similares a los de la sociedad israelí, con posiciones que no siempre son coincidentes respecto al proceso de paz, la colonización de los territorios palestinos o las políticas hacia Israel y hacia los árabes que tienen que llevar a cabo los gobiernos de Washington. Sin embargo, a medida que ha ido ganando poder, el AIPAC ha reducido la diversidad de opiniones, hasta el punto de llegar a la censura de las voces judías disidentes con las posiciones derechistas del lobby. Al mismo tiempo, la influencia sobre los políticos, los medios de comunicación y la Casa Blanca ha ido creciendo.

Según sus propios datos, el AIPAC ha creado un movimiento con más de 100,000 miembros y con una extraordinaria capacidad de presión sobre los políticos. Su principal arma es su capacidad para castigar a los políticos que no apoyan sus demandas. Antes de cada votación en la que haya involucrados intereses de Israel, el lobby hace llegar a los políticos documentación sobre la cuestión a tratar y sus instrucciones de voto. Si votan en sentido contrario, los políticos saben que en las siguientes elecciones su contrincante recibirá los favores del AIPAC, en forma de donativos, de influencia sobre los medios de comunicación y de movilización de sus colaboradores. Obama, para ganar margen de acción y disminuir las presiones que limitan su política exterior, ha intentado debilitar al lobby potenciando otros grupos proisraelíes más moderados, como J-Street, pero hasta ahora el éxito es menor.

De todas formas, no hay que magnificar el papel de lobby. Este no dirige la política exterior norteamericana, sólo tiene una gran influencia en aquello que afecta directamente a Israel. Y cuando lo que se tiene que decidir es fundamental para los políticos o para sus votantes, las presiones pierden fuerza. Por ejemplo, si lo que se tiene que decidir es un importante contrato de venta de armamento a Arabia Saudí, el negocio, los puestos de trabajo y las contrapartidas son demasiado importantes para que las instrucciones de voto negativas del AIPAC tengan efecto. En el caso de la relación con Irán, los intereses son demasiado grandes como para que el lobby sea determinante  por sí solo. Además, en su segundo mandato el Presidente tiene más maniobrabilidad pues no se presenta a nuevas elecciones, lo que Obama está aprovechando en la nueva política hacia Irán.

A pesar de esto, el lobby puede sumar fuerzas con otros grupos de presión, como el complejo militar-industrial y los halcones del Congreso, con lo que se crean alianzas muy temibles.

DIFERENCIAS DE INTERESES

A diferencia de Bush,  la política de Obama pasa por disminuir la carga que supone la presencia militar en Oriente Medio y hacer lo posible por estabilizar la región. Para ello le interesa moderar a Irán, detener su programa de armamento nuclear y corresponsabilizarlo en Afganistán, Iraq, Siria y el Golfo.

Los intereses de los halcones israelíes y norteamericanos son contrarios. Necesitan la conflictividad en Oriente Medio. La tensión con Irán obliga a mantener la enorme presencia militar estadounidense en la región, lo que conviene al complejo militar-industrial y a Israel. Además, si los iraníes abandonan el programa nuclear de forma negociada, aumentarán las presiones sobre el armamento nuclear y de destrucción masiva que posee Israel.

En Washington, cada día se oyen más voces, y cada vez más destacadas, que denuncian que la relación con Israel se ha convertido más en un problema que una ventaja para el interés de Estados Unidos, y la negociación con Teherán lo puede poner todavía más en evidencia.

CONCLUSIÓN

Hasta el momento, ni las sanciones ni las amenazas de bombardeos han tenido ningún efecto sobre el programa nuclear iraní. Al contrario, solo han servido para reforzar a los más intransigentes. Algunos dirán que las sanciones han facilitado la victoria electoral de Rouhaní. Aun en el caso de que fuera cierto, esta sería una razón más para apoyar al actual presidente iraní y sus propuestas. El camino de la paz pasa por compromisos salidos de negociaciones serias y con garantías de seguridad para todas las partes, incluido Irán, y las amenazas israelíes no ayudan en absoluto.

La política exterior iraní, y evidentemente la nuclear, no está solo en manos de la presidencia y no pueden sufrir grandes modificaciones si no hay un acuerdo más amplio entre los distintos poderes de la República Islámica. Las pasadas elecciones y la victoria de Ruohaní ya reflejaron un cambio en la correlación de fuerzas, que apartaban del protagonismo directo a los sectores más duros de los pasdarán. Esto significa que las propuestas de Rouhaní tienen un apoyo amplio entre el liderazgo iraní, y así lo ha afirmado él mismo. Sin embargo, los pasdarán como los sectores más destacados, ganan poder con la tensión hacia el exterior y el control ideológico más conservador en el interior, por lo que continuarán haciendo lo posible para debilitar las iniciativas conciliadoras del actual gobierno.

Desgraciadamente, los halcones norteamericanos e israelíes coinciden en sus intereses con los pasdarán iraníes, y se refuerzan unos a otros con discursos extremistas muy parecidos (no se puede confiar en el otro, exigencia de hechos y no de palabras- incluso antes de empezar la negociación-, nacionalismo extremo, interés nacional basado en el armamento, etc.) Por esta razón, el primer obstáculo que tendrán que salvar tanto Obama como Rouhaní será la oposición de Israel y del lobby proisraelí, y también de sus propios halcones-pasdarán en sus casas.

Lo que haga la Unión Europea puede ser determinante. Si se producen avances en las negociaciones y la UE empieza a levantar las sanciones a Irán, las presiones de las grandes corporaciones estadounidenses para hacer negocios también con Teherán podrían forzar la mano a los congresistas más radicales y debilitar a los halcones. Al propio tiempo, las mejoras en la economía iraní gracias al levantamiento de sanciones pueden reforzar a Rouhaní. Por una vez, los europeos tienen capacidad para hacer oír su voz en Medio Oriente y ser una fuerza pacificadora.

FERRAN IZQUIERDO BRICHS es profesor de Relaciones Internacionales en la Universitat Autònoma de Barcelona.

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