Entre el canto y la política

28 mayo, 2015 • Asuntos globales, Entrevistas, Europa, Latinoamérica, Portada • Vistas: 4813

Entrevista FAL a Ismael Serrano, cantautor español

FAL-Andrés Santos

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avatarDefault Sergio E. López-Araiza

Mayo 2015 

El carácter popular de la música y  su capacidad para llegar a muchos oídos hacen que sea un mecanismo eficaz para transmitir distintos mensajes. Uno de los artistas que se ha destacado por utilizar la música para abordar cuestiones políticas y sociales es el cantautor madrileño Ismael Serrano. En su más reciente disco La llamada, que lo ha llevado de gira por Latinoamérica, Serrano habla de una nueva realidad política y de la capacidad ciudadana para influir en ella.  Sergio López-Araiza, Editor Web de Foreign Affairs Latinoamérica, se reunió con él para conocer su opinión en torno a este nuevo paradigma y para dialogar sobre las nuevas alternativas políticas ciudadanas y la creciente ola de protestas sociales que se vive en Latinoamérica. Sígalo en Twitter en @SerranoIsmael.

Foreign Affairs Latinoamérica – Si bien es cierto que hay muchos cambios a nivel musical en tu nuevo disco, hay otro elemento que resulta novedoso y me parece fundamental: en tus letras aparece la esperanza. No es ya un «Papá cuéntame otra vez» un poco desencantado, sino que se trata de una llamada a «salir a la calle» y «saltar las olas«. ¿Qué despierta esta esperanza?

Ismael Serrano – Estamos viviendo tiempos nuevos, con un nuevo paradigma. Quizás también tiene que ver que, en lo personal, atravieso por un momento crucial que quiero afrontar desde ese lugar: el nacimiento de mi hija y llegar a los 40 años de edad. Uno relativiza muchas cosas y se desprende de cierta solemnidad con la que a menudo ha mirado a la realidad y que cree que le ha alejado de ella. Y entiende que toda lucha tiene que estar traspasada por la alegría.

Es un momento para levantar la mirada, aunque resulte difícil. Una de las cosas que impone la crisis, que es una herramienta del sistema, es degradar nuestra autoestima hasta tal punto que nos lleva a creer que no podemos hacer nada para influir en la realidad, que hemos perdido capacidad de influencia. Yo creo que eso está cambiando desde una ciudadanía que está mirándose a sí misma y hay mucha gente joven que está participando en política.

El activismo se está extendiendo, sobre todo a generaciones jóvenes que son muy diferentes a la mía. Mi generación está marcada por el híperindividualismo y forma parte de una sociedad totalmente atomizada que ha sido capaz de mirar siempre a otro lado cuando las cosas han ido mal. Ahora quizás la gravedad de la situación imposibilita esto, porque mires donde mires ves que las cosas no están bien. Todos nos sentimos interpelados porque todos nos sentimos afectados.

No sé, creo que la esperanza pasa por una cuestión personal pero se corresponde también con un momento colectivo. Acaban de llevarse a cabo las elecciones autonómicas y municipales en España y algo está cambiando: surgen nuevos liderazgos, nuevos partidos políticos y plataformas ciudadanas, gente que no venía de la política tradicional pero que decide participar. Hay gente muy joven que toma conciencia, que cuestiona el relato -con mayúsculas- escrito por nuestros padres y que quiere contribuir con un nuevo relato. A mí eso me parece esperanzador.

FAL – En España es muy claro, pero llevas un par de meses de gira en Latinoamérica. Estuviste en Chile, que atraviesa por una crisis terrible causada por escándalos de corrupción, en Argentina que no garantiza estabilidad política y llegas a un México en el que se cumplieron apenas 8 meses de la trágica desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. ¿Crees que Latinoamérica está invitada a esta llamada?

IS – Sin duda lo está. El hecho de que los estudiantes, la gente más joven, estén a la vanguardia en la lucha por cambiar las instituciones, por mejorar la situación, por la exigencia de la mejora de una democracia real, me parece significativo. En el caso de México, la gente joven está tomando la iniciativa de forma dramática. Está tan a la vanguardia de esa lucha y de esa exigencia de una nueva sensibilidad política que lo está pagando con la vida.

En Chile también existe la exigencia de una nueva sensibilidad. Hasta ahora el sistema electoral era tan cerrado, el «pinochetismo» lo había dejado tan cerrado, que imposibilitaba la irrupción de nuevos liderazgos. En Argentina la gente joven participa del debate político de forma activa. Quizás es verdad que el nivel de confrontación es muy grande, pero, por otro lado, si queremos buscar algo positivo es que el debate político está en la sobremesa de forma cotidiana en todas partes.

FAL-Andrés Santos

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Yo creo que sí hay una llamada generalizada. En México hay una indignación generalizada y el que la gente se esté movilizando es alentador. Había un punto de resignación al decir «El Estado y las instituciones no nos amparan» e imperaba la «ley de la selva», el «sálvese quien pueda». Considero que eso ha cambiado. De repente surgen plataformas ciudadanas, movimientos universitarios y ciudadanos de todo tipo que tratan de combatir esa orfandad a la que parece que nos condenan las instituciones y el Estado.

Eso genera un estado de conciencia diferente: el «sí se puede», que Barack Obama utilizó como lema político y que en España se ha usado hasta tal punto que hay un partido político que se llama Podemos. Esa sensación de «sí se puede», de «sí podemos actuar» y, sobretodo, esa conciencia de que participar en democracia no es solamente votar cada 4 años, sino también escribir en el fanzine de tu instituto, participar de la asociación cultural de tu facultad, participar en tu asociación de vecinos o escribir una «pintada» en un muro. Todo eso -ejercer el derecho a la manifestación, a sindicalizarse, a crear nuevos partidos políticos- contribuye a generar un estado de conciencia.

Es algo que está comenzando. Es verdad que es frágil e incipiente, por así decirlo, pero se va instalando y tiene un recorrido a largo plazo.

FAL – ¿Hay alguien que le cante a este  nuevo estado de conciencia? Has hablado de que muchas de tus influencias están en Latinoamérica y en este disco se nota. Hace algunas décadas Silvio Rodríguez le cantaba a su época, al igual que Víctor Jara. Ahora parece que hay un vació discursivo, por lo menos desde la música y la poesía. ¿Qué opinas?

IS – Lo hay. Los músicos no estamos a la altura de las circunstancias. Somos rehenes de las estrategias del mercado y hemos entendido que debemos dirigir nuestros discursos y nuestra mirada a las fórmulas radiales convencionales y a los medios de comunicación. Hemos desatendido precisamente los movimientos sociales, esos movimientos orgánicos y naturales. Nos hemos rendido de alguna manera y nos hemos creído ese cuento del híperindividualismo, ese cuento posmodernista que decía que toda expresión artística tiene que estar desvinculada de la propuesta política. Hemos comprado ese discurso y lo hemos hecho propio. Además, hemos generado la fantasía de que era un discurso propio, cuando en realidad era un discurso impuesto. Y hemos creído que esa fantasía respondía al librepensamiento, cuando no era más que un discurso reaccionario que no hacía otra cosa que apuntalar el sistema en el que vivíamos.

Sí, es cierto que está ese vacío que no solamente se da en torno a lo musical, sino también en torno a lo literario. Incluso hay una cierta orfandad intelectual, por así decirlo. Pero también dice mucho de la autenticidad de estos nuevos movimientos que son genuinamente populares.

FAL-Laura Fernández

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FAL – Y ahí es donde está la esperanza, aparentemente. En 2007, cantabas «Casandra«, una canción que comparaba al mito griego con una opinión pública que estaba condenada a ver el futuro, predecirlo y no ser escuchada. ¿Ha cambiado esta situación? ¿Ha encontrado los mecanismos para ser escuchada?

IS – Yo creo que sí. No es que haya encontrado los mecanismos adecuados, sino que ha abandonado ese papel pasivo en el cual esperaba el amparo, esperaba ser escuchada. Finalmente ha dicho «no, nadie me tiene que escuchar, yo tengo que ser mi propia voz y tengo que ocupar las instituciones, puesto que las instituciones no me dan el amparo». Eso es lo que ha cambiado.

«Casandra» se revela y, lejos de esperar a que la escuchen, lo que hace es ser parte activa para evitar ese futuro que ella misma predice. Fundamentalmente eso es lo que ha cambiado. Ese sentido común, que permite prever lo que va a ocurrir, ha llevado hasta tal punto a la indignación que ha abandonado un poco ese papel de víctima.

FAL – Hemos hablado de política, pero tus canciones abarcan muchos otros temas. Le cantas al amor y a la cotidianeidad. Entonces, ¿cómo se relacionan estas dos áreas? ¿Dónde ves el punto de encuentro entre esta vida pública y política y la esfera privada de las personas que permite que coexistan en un mismo disco?

IS – Bueno, en la vida cotidiana nuestro ánimo se ve afectado por lo político y lo social. Somos animales sociales y no podemos desprendernos de esa realidad que afecta nuestro día a día. La política afecta nuestra calidad de vida y nuestra calidad de vida determina nuestra capacidad para amar.

Hay un libro de Richard Senett muy interesante que se llama La corrosión del carácter que habla precisamente de eso, de cómo esa sociedad de riesgo en la que vivimos está afectando de alguna manera también a nuestra forma de relacionarnos. Es inevitable. ¿Cómo no nos va a afectar? A mí me parece muy natural.

FAL – ¿Qué hace la cultura en este paradigma? ¿Es la que une a ambos mundos? ¿Qué papel desempeña?

IS – La cultura genera un espacio de encuentro. Creo que para lo que sirve es para hacerte entender que no estás solo cuando dicientes y para tener  un estado de conciencia y un espacio de encuentro. Al saber que no estás solo, recuperas tu capacidad para influir en la realidad o tu conciencia para hacerlo. Sin duda, la cultura sirve para empoderar al ser humano en tanto que es consciente de que puede influir.

FAL – ¿Por qué cantarle a la política?

IS – ¿Por qué no? Yo le canto a todo lo que me emociona y la política también lo hace. No es que le cante a la política, es que somos animales sociales y nuestros sentimientos están determinados por todo. En los días grises no nos levantamos con el mismo ánimo que en los días luminosos y de la misma forma la noticia de un periódico no puede dejar de afectar tu ánimo. Me emociona la épica de la lucha de ciertas personas y me indigna la hipocresía con la que actúan algunos de los que se dedican al ejercicio de la política.

FAL-Andrés Santos

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La poesía social es un género casi literario, musical, tan antigua como el ser humano. Los juglares la ejercían de críticos, por así decirlo, de la corte. Siempre ha sido así. De alguna manera no dejamos de ser bufones, capaces de señalar las faltas, los descuidos y los olvidos de quienes ostentan el poder poniéndole la bota al débil. Siempre ha sido y siempre será así.

FAL – ¿Hay límites a cantarle a lo que te emociona? Quiero decir, en México tenemos un debate fuerte en torno a un género muy particular: el narcocorrido. Los cantantes de este género defienden que es el día a día, que es la realidad, la hazaña de cualquier capo de la mafia al que se le canta y que, al final, es parte de nuestra cultura. Por otro lado, se les critica porque, de algún modo, promueven la violencia. Entonces, ¿hay algún límite moral que se  puede transgredir al cantarle a lo que te emociona?

IS – Límites morales los hay siempre, no todo vale. Lo que sí debemos preguntarnos es por qué el narco se convierte en un arquetipo admirable, en un ícono casi épico y si esto tiene que ver con ese desamparo y con esa orfandad en cuanto a referencias épicas, ilusionantes y emocionantes.

A mí me parece que está bien que se impongan límites morales. Por ejemplo, la apología del racismo debe estar limitada en lo cultural, no todo vale. La libertad de expresión es un derecho sagrado pero, como todo derecho, tiene sus límites cuando vulnera a otros. Ese «prohibido prohibir», que en el fondo es el sueño del neoliberal, me parece que es una utopía que no responde a una realidad difícil y compleja, como este debate. Efectivamente, no son soluciones en blanco y negro. Más allá de prohibir o no prohibir, deberíamos reflexionar sobre el porqué el narco se ha convertido en un ícono a admirar, cómo su trayectoria se convierte en el paradigma de éxito, de admiración o de división. Se frivoliza o se banaliza en torno a una figura que es compleja y que requiere de otro tipo de reflexión que no hemos sido capaces de generar.

FAL – Le has cantado a Latinoamérica durante 20 años. Empezaste cantándole al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y lo hiciste también con las Madres de la Plaza de Mayo. ¿Cómo encuentras a la región después de este tiempo? ¿Ha cambiado? Este encuentro social que genera la música, ¿te ha llevado a nuevos lugares o la resonancia es la misma?

IS – Bueno, creo que la realidad es otra, pero se trata de un cambio natural. En muchos aspectos, a nivel internacional, el zapatismo fue pionero de la lucha altermundista contra la globalización neoliberal. En España esa fue la carta de presentación, nos identificábamos con el zapatismo por los discursos de Marcos, que eran muy críticos con esa globalización feroz y, por supuesto, con la solidaridad con los pueblos originarios. Esa lucha trascendía y nos hacía formar parte de ella, nos sentíamos interpelados.

En cuanto a las Madres de la Plaza de Mayo representan esos liderazgos que no vienen de la política tradicional. Son mujeres que continúan la lucha de sus hijos, a veces ni siquiera por convicción política sino por una cuestión natural, instintiva y emocional. Es un ejemplo de esos nuevos liderazgos que ahora se dan y con mi fe en los procesos que parten de la sociedad civil y no tanto de la política tradicional, de los partidos políticos tradicionales.

FAL-Andrés Santos

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Todo lo que vivimos ahora es resultado también de esas luchas que, en el fondo, eran la misma. Para mí uno de los errores o algo sobre lo que tenemos que reflexionar en torno a 1968 y a la década de 1970 es cómo se ha ido parcelando la lucha, que al final es la misma: la lucha de los trabajadores, la lucha de los pueblos por emanciparse, la lucha por el feminismo, por las minorías, por la identidad sexual y demás. Se ha ido dividiendo y de alguna manera debilitando, porque para mí es la misma lucha. Por ejemplo, la lucha por los derechos humanos es la misma que la lucha contra la discriminación.

Algo que consiguen estos movimientos -el zapatismo, los movimientos altermundiastas o antiglobalización, como le llamamos en España- es que de repente convergen y se generan frentes comunes como los que vemos que hoy están dando frutos y que parten de la sociedad civil, no de los partidos políticos. Ni siquiera surgen de los partidos de izquierda tradicionales que se han quedado totalmente descolgados, que han padecido un «ombliguismo» y que se han convertido en un Pepito Grillo, cascarrabias, que no ha sabido conectar y entender su parte de responsabilidad en el fracaso de su propio discurso. Entonces, todo lo que pueda ocurrir ahora es consecuencia también de esas luchas que pusieron el germen en nuestras conciencias.

FAL – Quiero terminar haciéndote una pregunta un tanto personal. Es curioso que toda nuestra conversación haya girado en torno a la política, pero también es natural dada tu trayectoria. ¿Hay algo de arrepentimiento al convertirte en una figura con un discurso tan claro y tan fuerte?

IS – Sí, sobre todo cuando leo mis entrevistas y veo la rotundidad con la que hablo, que no se si corresponde con la rotundidad de mis principios. A veces hablo con una seguridad que es impropia a mis reflexiones, al diálogo con uno mismo. Lo que pasa es que la mayor parte de mis canciones son canciones de amor, pero quizá la putada es que se esté convirtiendo en algo raro y especial hablar de política y decir abiertamente cuáles son tus convicciones.

Somos capaces de desnudarnos desde lo sentimental, que es algo privado, mucho más íntimo y delicado, decir a quién amamos y cómo amamos; somos capaces de llorar por un amor no correspondido. Sin embargo, somos muy pudorosos a la hora de decir por qué partido votamos. También tiene que ver con ciertos sectarismos en la política y con ese empeño totalmente ficticio, por parte de ciertos sectores de la cultura, de querer agradar a todo el mundo, de querer gustarles a todos. Debiéramos entender que no debemos gustarle a todo el mundo, que es contraproducente y absolutamente imposible.

Hay que asumir esto con naturalidad, sin que suponga ningún trauma para nadie. Estoy seguro que mucha gente a la que le gusta mi música no coincide conmigo en mis inquietudes y opiniones. Sin embargo, por un lado me abruma mi rotundidad, pero por el otro me niego a avergonzarme de lo que pienso y me niego a callarme cuando me preguntan mi opinión. ¿Por qué tengo que pedir perdón por pensar cómo pienso? Algunos me dicen: «Joder, es que tú hablas con una rotundidad». No, yo doy mi opinión y no tengo porque pedirles perdón. No tengo porque callarme, no sé porque tenga que hacerlo y trato de hacerlo de la manera más natural. Que a veces hablo con una rotundidad innecesaria, pues puede ser, y lo hago en casi todos los ámbitos de la vida.

SERGIO E. LÓPEZ-ARAIZA  es Editor Web de Foreign Affairs Latinoamérica. Sígalo en Twitter en @selopab. Esta entrevista ha sido editada y resumida para ajustarse al formato de la publicación.

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One Response to Entre el canto y la política

  1. fer castellanos dice:

    Argentina no garantiza estabilidad política. Que manera de repetir zandeces. Es hora que tomen a sus lectores como adultos.

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