Elecciones 2018 en Costa Rica

8 febrero, 2018 • Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 10622

¿Shock religioso, giro conservador o voto de protesta?

Tomada de la cuenta de Twitter @nacion.

José Andrés Díaz González

Febrero 2018

Hay un dicho que dice que «en la política no hay sorpresas, solo sorprendidos»; en ese sentido, los resultados de las elecciones presidenciales de Costa Rica en 2014 y 2018 parecen ajustarse a este conocimiento popular. En 2014 Luis Guillermo Solís Rivera, candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC), obtuvo el mayor apoyo electoral en la primera ronda y ganó de manera abrumadora la segunda vuelta, a pesar de aparecer en el quinto lugar en las mayoría de las encuestas electorales realizadas durante la campaña electoral. Para la primera ronda celebrada el domingo 4 de febrero de 2018, Fabricio Alvarado del Partido Restauración Nacional (PRN) y Carlos Alvarado del PAC, lograron obtener el apoyo electoral necesario para pasar a la segunda vuelta, a pesar de aparecer muy lejos de los primeros lugares de preferencia de la ciudadanía al inicio de la campaña electoral.

La mayor sorpresa definitivamente la dio Fabricio Alvarado, un exreportero y predicador, que pasó de ser el único diputado que tenía el PRN en la Asamblea Legislativa en el periodo de 2014 a 2018 a obtener casi el 25% de los votos para ocupar la presidencia de Costa Rica. Además, el partido que representa logró convertirse en la segunda fracción legislativa más grande, con 14 diputados, para el periodo de 2018 a 2022. ¿De dónde surge este repentino ascenso y apoyo electoral obtenido por el candidato del PRN, que ahora lo llevará a contender en la segunda vuelta electoral contra el candidato del PAC?

Shock religioso

Analistas, periodistas y políticos costarricenses han buscado explicar el ascenso político-electoral de Fabricio Alvarado como resultado de un shock religioso, producto de la opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), emitida el 9 de enero de 2018, la cual solicitaba a Costa Rica tomar las medidas necesarias para garantizar los derechos de la población sexualmente diversa, desde el cambio de género en los documentos de identidad para la población transexual hasta el matrimonio entre personas del mismo sexo.

El gobierno de Solís Rivera se caracterizó por la adopción de medidas para tratar de garantizar los derechos de la población LGBTTTI, así como para prevenir que las personas sufrieran discriminación por su preferencia sexual, lo cual ha sido una deuda pendiente en Costa Rica en materia de derechos humanos. Si bien la población costarricense ha transitado hacia el respeto y la tolerancia ante la población sexualmente diversa, el tema del matrimonio igualitario aún genera controversia y polarización. Una encuesta del Centro de Investigación y  Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica reveló que un 67% de la población costarricense se manifestaba en contra del fallo de la CIDH.

Analistas, periodistas y políticos costarricenses han buscado explicar el ascenso político-electoral de Fabricio Alvarado como resultado de un shock religioso.

 

De los candidatos a la presidencia solo Carlos Alvarado, Edgardo Araya, del Frente Amplio, y Jhon Vega, del Partido de los Trabajadores, celebraron el fallo de la Corte. El resto de los candidatos optaron por expresar que no lo compartían, pero que lo respetarían. En este sentido, Fabricio Alvarado marcó una diferencia, ya que no solamente expresó su repudio al fallo, sino que además indicó que de llegar a ser presidente no lo acataría y manifestó que la CIDH violentaba la soberanía nacional. Incluso llegó a manifestar la intención de denunciar en su posible futuro gobierno el Pacto de San José, que da sustento al sistema latinoamericano de derechos humanos, incluyendo a la CIDH, cuya sede se encuentra precisamente en la capital costarricense.

Esta coyuntura marcó un quiebre en la campaña electoral. Antes de ese momento el tema de la corrupción era el que dominaba la agenda político electoral, seguido de otros tópicos como la seguridad y el déficit fiscal. Después de ese momento, dominaron los temas de defensa a la «familia tradicional», los «valores» y la oposición a la «ideología de género». Los candidatos de otros partidos, como Antonio Álvarez, del Partido Liberación Nacional (PLN), Rodolfo Piza, del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), Juan Diego Castro, del Partido Integración Nacional (PIN), y Rodolfo Hernández, del Partido Republicano Social Cristiano -que se habían mantenido en los primeros lugares de la intención de voto- hicieron eco del discurso de Fabricio Alvarado, pero sin obtener el mismo éxito en la captación de votantes.

Giro conservador-religioso

Aunque la coyuntura es fundamental para entender el apoyo de un sector del electorado hacia Fabricio Alvarado, es necesario ir un poco más allá y analizar un panorama más amplio. A pesar de que la Constitución Política de Costa Rica y el Código Electoral expresamente prohíben  el uso de símbolos o invocaciones religiosas de cualquier tipo para influir en los ciudadanos en materia electoral, así como la participación del clero en partidos políticos y procesos electorales, el Tribunal Supremo de Elecciones interpretó que esta prohibición aplica únicamente para la Iglesia católica, debido a que la Constitución indica expresamente que «la religión católica, apostólica, romana es la del Estado». Esta situación ha permitido que partidos políticos de grupos evangélicos o neopentecostales hayan ingresado a la política costarricense, y que incluso pastores y predicadores hayan podido ser electos como diputados.

Este es precisamente el caso del PRN, que junto al Partido Restauración Costarricense y la Alianza Demócrata Cristiana, eran partidos políticos afines a estos grupos religiosos con representación en la Asamblea Legislativa para el periodo de 2014 a 2018. Estos partidos confesionales han tenido representación en la Asamblea Legislativa de Costa Rica desde 1998, y si bien el apoyo que han recibido en las elecciones presidenciales ha sido bajo (cerca de 1% de los votos emitidos), en las elecciones legislativas su apoyo ha ido en aumento, al pasar de 4% en 2002 a casi 10% en 2014. Sin embargo, su crecimiento había sido limitado debido a que el apoyo electoral se repartía entre todos estos partidos.

Si bien Costa Rica ha sido históricamente un país católico (lo que explica la confesionalidad del Estado), el número de católicos disminuido,  mientras que el número de personas que asisten a iglesias protestantes o evangélicas ha registrado un considerable incremento. En 2009, cerca del 71% de la población se declaraba católica, y para 2014 este segmento había descendido a 65%; por otra parte, las personas que declaraban protestantes o evangélicos pasaron del 20% en 2009 al 25% en 2014.

Un elemento adicional  es que una encuesta del Instituto de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional de Costa Rica, reveló que para noviembre de 2017, 25.4% del electorado costarricense tenía una afinidad media hacia la ideología conservadora, mientras que el 33.6% presentaba una afinidad alta o muy alta. Por lo tanto, no es de extrañar que Costa Rica, al igual que en otros países de Latinoamérica, también se geste un aumento del conservadurismo cultural que ha permitido que candidatos y partidos apoyados en discursos religiosos y en la defensa de «valores tradicionales» hayan tenido crecimientos importantes a nivel electoral.

Descontento político y voto protesta

Finalmente, hay una explicación sobre lo que podría ser el voto de protesta. Fabricio Alvarado obtuvo un mayor apoyo electoral en aquellas provincias y cantones con un porcentaje de abstencionismo mayor al porcentaje nacional, además de presentar los menores índices de desarrollo humano. En otras palabras, su apoyo popular parece provenir de zonas cuyos habitantes muestran un fuerte desencanto por la política, provocada por la situación de exclusión social en la que viven y ante la cual parecen no recibir una respuesta contundente del Estado y de las instituciones públicas para mejorar su calidad de vida. Ante una difícil situación de vida, estas personas posiblemente han encontrado esperanza en la religión y, en este caso, en el mensaje de un predicador joven, carismático y que dice que comparte sus mismos valores y creencias.

Fabricio Alvarado obtuvo un mayor apoyo electoral en aquellas provincias con un porcentaje de abstencionismo mayor al porcentaje nacional, además de presentar los menores índices de desarrollo humano.

 

Además, Fabricio Alvarado ganó en zonas que históricamente habían apoyado al PLN y al PUSC, los partidos políticos de mayor tradición en Costa Rica. Esto refuerza la idea de un descontento de la población hacia los grupos políticos tradicionales.

Por lo tanto, parece que el apoyo electoral de Fabricio Alvarado se puede explicar por los tres elementos de manera simultánea:  responde a un giro conservador de la sociedad costarricense, que permite que su discurso político sea atractivo para un sector del electorado; es un voto de un sector de la población costarricense que se encuentra excluido y que siente que otras opciones políticas no han dado respuesta a sus necesidades; y que ha podido ser canalizado gracias a una coyuntura específica: el fallo de la CIDH sobre los derechos de la población LGBTTTI en Costa Rica.

¿Qué pasará en la segunda vuelta?

En su historia política, Costa Rica solo se ha ido a una segunda vuelta electoral en dos ocasiones: en 2002 y en 2014. En ambas ocasiones, el candidato que obtuvo el mayor apoyo electoral en la primera ronda ganó la segunda vuelta electoral. Ahora en 2018, en la primera ronda Fabricio Alvarado obtuvo casi el 25% de los votos, y Carlos Alvarado el 22%. Si a esto le sumamos que los candidatos de otros partidos políticos, como el PLN, el PUSC y el PIN, se han manifestado defensores de los «valores tradicionales» y opositores a la ideología de género, no sería extraño que Fabricio Alvarado tuviera una holgada victoria en la segunda vuelta.

Sin embargo, los cuestionamientos a su falta de experiencia, las críticas a su programa de gobierno que no profundiza en temas apremiantes para el país, así como la indignación provocada al constatar que la mitad de los diputados electos por el PRN son pastores, muchos sin experiencia previa en cargos públicos o estudios universitarios, pueden complicar que gane la segunda vuelta electoral, a celebrarse el domingo 1 de abril de 2018. Sin embargo, como muchas cosas en política, solo el tiempo nos dirá el resultado.

JOSÉ ANDRÉS DÍAZ GONZÁLEZ es doctorando en Gobierno y Políticas Públicas, maestro en Historia y licenciado en Ciencias Políticas. Es investigador del Instituto de Estudios Sociales en Población (Idespo) de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA) y docente de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica (UCR). Sígalo en Twitter en @jadg_cr.

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  1. […] casi 2 meses escribí en estas páginas sobre los resultados de la primera ronda de las elecciones de Costa Rica. Inicié mi comentario citando el dicho popular “en la política no hay sorpresas, solo […]

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