El racismo estadounidense

27 octubre, 2016 • Artículos, Norteamérica, Portada • Vistas: 13568

Un obstáculo importante al crecimiento de México

Getty / Win McNamee

Getty / Win McNamee

avatarDefault Jorge Suárez-Vélez

Una colaboración de México ¿cómo vamos?

Octubre 2016

La economía de México es la segunda que menos creció entre 2000 y 2015 en Latinoamérica, supera solo a Venezuela. México necesita de Estados Unidos para crecer. Esto se demuestra porque en México hay regiones que se están integrando con éxito a Norteamérica, que crecieron a tasas que serían la envidia de países del sudeste asiático en sus mejores momentos. Uno de los mayores obstáculos a esa integración proviene del surgimiento de movimientos nativistas y racistas en Estados Unidos.

Como ocurrió en la Gran Depresión en la década de 1930, cuando hubo una migración masiva de afroamericanos que salieron del sur de Estados Unidos a estados del norte, provocando una reacción racista que también afectó a migrantes hispanos, hoy parte de este fenómeno se explica porque la crisis económica de 2008 no ha sido superada. Esta es comparable en magnitud con la de 1929. Aunque no provocó una Gran Depresión ni una guerra mundial como consecuencia, sería un error pensar que no dejó secuelas.

Hay dos efectos que saltan a la vista. Primero, la creciente hostilidad hacia las élites en todo el mundo. La polarización en el ingreso, que se ha acelerado como consecuencia de la globalización y de la revolución tecnológica que empezó a fines del siglo XX, se vuelve impopular conforme los beneficios de ambas son relativamente ubicuos, pero los perdedores son claramente identificables -además de que crecieron en número debido a la fuerte desaceleración económica en países industrializados, posterior a la crisis-. Segundo, en la búsqueda de chivos expiatorios, han surgido movimientos populistas, aislacionistas, pero también racistas y fascistas, en países como Alemania, Finlandia, Francia, Grecia e, incluso, en Estados Unidos. Este último, un país no solo construido por migrantes, sino donde ha sido el carácter arrojado de estos el que le ha impreso su espíritu emprendedor. Como dijera George Will, el inteligente politólogo conservador, migrar es una forma superlativa de emprender.

Para acelerar su integración a Norteamérica, México debe aprovechar los aliados naturales con los que podría contar en las urnas estadounidenses. Apoyar a las comunidades migrantes mexicanas, apuntalar su participación ciudadana y ayudarlos a mantener cierto arraigo e identidad hacia México. Estas son políticas ni evidentes ni fáciles de lograr, pero que volverían a los migrantes mexicanos la primera línea de defensa del país y un grupo natural de cabildeo. Esto adquiere relevancia, no solo por su aspecto humano y político, sino también por el económico.

La candidatura republicana de Donald Trump ha destapado una caja de Pandora que encontrará eco en el entorno económico global que se avecina. La integración de la comunidad mexicoamericana a estructuras de apoyo que permitan su evolución social está en riesgo. Puede ser víctima de los mismos factores que han detenido el progreso de la comunidad afroamericana, que no ha logrado su plena integración, a pesar de que han pasado más de 150 años desde la Proclamación de Emancipación, la décimo tercera enmienda a la Constitución que abolió la esclavitud.

AFP / Eduardo Muñoz Álvarez

AFP / Eduardo Muñoz Álvarez

Como nos recuerda el extraordinario documental The 13th de Ava DuVernay, la liberación de cuatro millones de esclavos de los que dependía la economía de los estados del sur estadounidense, devastados después de la Guerra de Secesión, provocó un reto económico que fue resuelto a partir de «reesclavizar» a los afroamericanos, criminalizando ofensas menores como vagancia, o tirar basura, para que así proveyeran mano de obra para reconstruir al sur en forma casi gratuita. El documental de DuVernay nos recuerda la importancia histórica de la película muda The Birth of a Nation de D.W. Griffith en 1915, la primera en ser exhibida en forma privada en la Casa Blanca para el presidente Woodrow Wilson. En esta película se muestra el peligroso estereotipo del hombre negro ignorante y potencial «violador de blancas», y presenta al Ku Klux Klan como la fuerza de bien capaz de salvaguardar su integridad.

No es casual que Donald Trump recurra hoy a la misma narrativa representando a los «mexicanos» como «violadores y criminales». Esta se va arraigando, a pesar de que es estadísticamente falso que los migrantes hispanos delincan más que blancos o afroamericanos. En forma alarmante, este ambiente ha resultado una panacea para políticos racistas. El sheriff Joe Arpaio de Arizona, quien ha desafiado la ley al recurrir a perfiles raciales para detener a «sospechosos», recibió más de 12 millones de dólares de donativos para su campaña -cantidad inusual para una campaña a un puesto menor- para reelegirse después de 24 años en el cargo.

Al igual que lo que ocurrió a mediados del siglo XX cuando se dispararon las cifras de encarcelamiento de afroamericanos, al envenenar el humor colectivo contra los migrantes crece la presión política para tener «mano dura», estableciendo sentencias mínimas en prisión. Los senadores Ted Cruz de Texas y Pat Toomey de Pensilvania patrocinaron la iniciativa de ley (afortunadamente fallida) para evitar que reingresen migrantes deportados, Stop Illegal Reentry Act. La iniciativa establecía una condena mínima de cinco años para migrantes condenados por algún delito, deportados, y que tratan de volver a migrar ilegalmente; o para migrantes que habiendo sido deportados dos veces lo vuelvan a intentar.

En un país que siendo 5% de la población mundial tiene en sus cárceles a uno de cada cuatro presos en el mundo, se ha desarrollado una preocupante industria de cárceles privadas. Éstas, realizan cabildeo en forma agresiva para endurecer leyes que les doten de una población creciente de «clientes». Se estima que un preso cuesta anualmente 31 286 dólares en promedio. En el estado de Nueva York, el costo promedio es de 60 000 dólares. Hay poderosas motivaciones económicas para promover este sinsentido.  Establecer un sistema tan punitivo beneficia a empresas como la Corporación Correccional de América con sede en Nashville, Tennessee, o el conglomerado GEO Group radicado en Boca Ratón, Florida. Ambas empresas generan más de mil millones de ingresos al año administrando centros carcelarios.

Getty / Justin Sullivan

Getty / Justin Sullivan

Se propone una legislación contra hispanos que replica castigos asimétricos y excesivos que han aquejado a la población negra por décadas. La pena por posesión de crack, por ejemplo, es cien veces mayor que por posesión de cocaína. La primera es típica en la población afroamericana, la última es una droga de blancos. El encarcelamiento excesivo de hombres afroamericanos, que se podría extender a hispanos, ha tenido un impacto devastador en su movilidad social y estructura familiar. Más de 72% de los nacimientos de niños afroamericanos provienen de mujeres no casadas, y dos tercios de los niños afroamericanos viven en hogares monoparentales (42% en el caso de hispanos, y 25% en el de blancos). Generaciones enteras estarán políticamente subrepresentadas. 1.4 millones de afroamericanos no tienen derecho a votar por haber estado presos. Nueve estados imponen esa pena de por vida. Ese es el caso en Alabama, Florida, Mississippi y Virginia, donde alrededor de 30% de los hombres afroamericanos han perdido el derecho al sufragio.

Vienen años de adaptación a una economía global que se desacelera, y a una revolución industrial que se arraiga y que, a corto plazo, provocará que muchos trabajadores no calificados sean desplazados de empleos tradicionales, los inmigrantes, particularmente los mexicanos («gracias» a Donald Trump), sufrirán ataques racistas. Crecerá la importancia de que gobiernos como el de México apoyen a que sus connacionales e incrementen su representatividad a niveles proporcionales al tamaño de su población, para volverse un contrapeso efectivo.

La economía mexicana lleva más de 20 años integrándose con la de Canadá y Estados Unidos. Su futuro depende de acelerar ese proceso, de apuntalar una reforma migratoria integral que abra la migración temporal legal de trabajadores de los tres países, de incrementar la inversión en infraestructura logística, y de aprovechar la dinámica económica para que influya en la construcción de un mejor Estado de derecho, e incluso de servir como puente para integrar a las economías centroamericanas al progreso regional. La dinámica social y política estadounidense presenta amenazas. La fallida candidatura de un populista fue una llamada de atención que hay que atender. El statu quo es insostenible. La opción es marchar hacia delante, acelerando la integración regional, o correr el riesgo de un retroceso que podría volverse permanente.

JORGE SUÁREZ-VÉLEZ es economista por el ITAM y autor de La próxima gran caída de la economía mundial y de Ahora o nunca, la gran oportunidad de México para crecer. Sígalo en Twitter en @jorgesuarezv.

 

Tags:, , ,

One Response to El racismo estadounidense

  1. Cristian Ruiz Vallejo dice:

    Se podría decir que México es un país que depende de E.U.A. pero la economía es tan inestable que cualquier evento que surga podría derrumbar y crear una gran depresión debido a la corrupción y al endeudamiento por parte de políticos sin escrúpulos que abusan de poder dándose la vida de dioses con el dinero del pueblo dejando así a la población mexicana endeudada y que cabe destacar que sigue creciendo la deuda externa y por último recalcar la fragilidad de la economía mexicana ante cualquier suceso por parte de E.U.A.

Responder a Cristian Ruiz Vallejo Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Cargando…