El poder del ejército en Latinoamérica

16 octubre, 2017 • Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Europa, Latinoamérica, Norteamérica, Portada • Vistas: 8165

Nuevo número de Foreign Affairs Latinoamérica

Jordi Bacaria Colom

Octubre 2017

FAL

Después de 3 décadas de democratización en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, se han dado cambios profundos en la estructura, en la forma y en la composición de las fuerzas armadas. Aunque estas reformas no pueden darse por concluidas, ha habido avances, con diferencias según los países. En este número de Foreign Affairs Latinoamérica se analizan a fondo estos cambios y sus límites en México, Cuba, Colombia, Venezuela y el Caribe.

Arturo C. Sotomayor ofrece una panorámica general de las fuerzas armadas de los países de la región. Latinoamérica se caracteriza por la ausencia de conflictos territoriales interestatales, salvo excepciones, y hay una tendencia a recurrir al ejército para enfrentar amenazas internas o para cometidos especiales, como las misiones de paz. En México, como explican Catalina Pérez Correa y Jorge Javier Romero Vadillo, el ejército realiza tareas policiales para las que no está preparado y tiene problemas derivados del uso excesivo de la fuerza y de la ausencia de respeto a los derechos fundamentales. Esta disfunción, además de que ha dado malos resultados en cuanto a la reducción de la violencia, desalienta a las entidades federativas a hacerse cargo de formar cuerpos de seguridad civiles bien capacitados y eficaces.

Rut Diamint y Laura Tedesco abordan el papel del ejército en Cuba y presentan tres posibles escenarios ante la transición. Destacan que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba surgen del pueblo, que jamás han disparado contra la población y que tienen un ethos institucional diferente de las fuerzas armadas del resto de la región. Además, han ocupado el centro de las estructuras políticas desde el inicio de la Revolución, lo que las convierte en agentes fundamentales de los cambios y en la institución con la mejor estructura y preparación para impulsarlos. Esto se sustenta en que las fuerzas cubanas se transformaron en el pilar económico del país y controlan más de ochocientas empresas, por lo que son un actor central y decisivo en Cuba.

Ángel Boligán

En el Caribe, solo doce de los veintinueve Estados independientes poseen fuerzas armadas regulares, además de las fuerzas armadas del Caribe anglófono. Lilian Bobea se pregunta para qué sirven las fuerzas armadas en los países del Caribe, ocupadas en hacer frente a las nuevas amenazas, y a quién le son útiles: ¿al Estado, al gobierno en turno o a los ciudadanos? Las fuerzas armadas de los países caribeños tienen problemas distintos, derivados de su pequeña dimensión, de los sistemas binarios militar-policial y del precario equilibrio entre el control civil y la autonomía militar en muchos ámbitos sociales y administrativos.

Armando Borrero Mansilla aborda los desafíos de las fuerzas armadas de Colombia en la consolidación de la paz, la despolitización y el establecimiento de un proyecto nuevo. La etapa del posconflicto exige modernizar las fuerzas armadas con más tecnología y menos efectivos, y transformar su organización. También es necesario que participen en nuevas actividades militares, como la cooperación internacional en misiones de paz y estabilización de conflictos.

Venezuela, como explica Francine Jácome, va en sentido contrario de la democratización. El desgaste de la separación de poderes ha conducido a un modelo de gobernabilidad autoritaria, con una participación cada vez mayor de los militares en ámbitos del gobierno que deberían estar administrados por civiles. En la presidencia de Nicolás Maduro se ha acentuado el militarismo en Venezuela, con un nuevo rumbo en el que los militares actúan como empresarios con gran opacidad, que incluso participan en actividades ilícitas. La autora se pregunta si con la instauración de la Asamblea Nacional Constituyente se va hacia un modelo dictatorial abierto centrado en el poder de los militares o a una transición para restablecer la democracia. La conclusión es que la posibilidad de una transición democrática en el corto plazo es muy incierta.

Como apuntamos en el editorial de nuestro número anterior, la situación en Venezuela es crítica y no ha hecho sino empeorar con la creación de la Asamblea Nacional Constituyente. Se acentúa la deriva autoritaria y dictatorial, con los presos políticos y la crisis humanitaria, más la falta de instituciones independientes, al relegar a una función incierta a la legítima Asamblea Nacional controlada por la mayoría de la oposición. El mundo y las democracias latinoamericanas deben actuar, primero, para conseguir que no se produzca una crisis de consecuencias irreversibles y, segundo, para encontrar una solución que traiga de vuelta el orden constitucional.

Darío Castillejos

En Diálogo Ñ abordamos la posición de México y Canadá en su relación con Estados Unidos. Shannon K. O’Neil advierte que el cuarto de siglo de colaboración entre Estados Unidos y México se tambalea por la manifiesta hostilidad de Donald Trump hacia los mexicanos, y explica las interdependencias entre ambos países. O’Neil describe la estrategia de México para mantener la relación bilateral, que consiste en acercarse y buscar aliados en todos los niveles del gobierno estadounidense. Se trata de no responder a las provocaciones de Trump y ofrecer, en cambio, un proyecto positivo a la opinión pública más receptiva al norte de la frontera.

Por su parte, Jonathan Kay ofrece la perspectiva canadiense sobre la relación entre Justin Trudeau y Trump, desde el simbolismo del apretón de manos del primer encuentro. La visión apocalíptica de Trump no es compartida por los grupos políticos de Canadá, donde los dos partidos federales más importantes, los liberales de Trudeau y los conservadores de la oposición, han llegado a un amplio consenso acerca del valor del libre comercio y la inmigración. En público han dado una respuesta ecuánime a las amenazas de Trump, pero también se han puesto a trabajar desde el primer momento para convencer a los funcionarios estadounidenses de que el libre comercio sigue siendo favorable para los intereses económicos de Estados Unidos.

Dedicamos también una sección especial a la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París de 2015 sobre cambio climático, que tanto costó consensuar, lo que supone un retroceso en las políticas de reducción de emisiones de carbono. Además, se prevé que pueda tener efectos contrarios a los esperados si deja a Estados Unidos en condiciones menos competitivas en el mercado internacional de las energías renovables. Tres artículos contrastan los distintos escenarios.

Darío Castillejos

Beatriz Bugeda Bernal y Soffía Alarcón Díaz explican cómo se tejió el consenso y citan la coincidencia de que en noviembre de 2016, cuando el Acuerdo entró en vigor y se celebró la vigésima segunda sesión de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-22) en Marrakech, Trump ganó las elecciones presidenciales y se dispuso a cumplir las promesas que había hecho a sus votantes, basadas en el negacionismo del cambio climático y en el argumento de que China había impulsado el Acuerdo para ser más competitiva que Estados Unidos. La salida no es inmediata, pues requiere unos 4 años, los mismos que el mandato de Trump. Si él no se reelige, Estados Unidos podría salir y volver enseguida. Entre tanto, hay efectos inmediatos por la suspensión del apoyo financiero a iniciativas nacionales e internacionales de combate al cambio climático. Las autoras consideran que la retirada del Acuerdo no será un problema tan serio como si se hubiese retirado de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. A pesar de la firmeza de los líderes mundiales para mantenerse en el Acuerdo y de la rápida transición a las energías renovables, queda la duda de si la retirada de Estados Unidos será o no un escollo superable.

Fred Krupp entra a fondo en la defensa de Trump hacia la producción carbonífera, aun a sabiendas de que los mineros estadounidenses no recuperarán sus empleos debido al aumento de la oferta de gas natural barato (y no por las acciones de la Agencia de Protección Ambiental que Trump ya ha empezado a desmantelar). El autor opina que si suficientes personas alzaran la voz a favor de reducir las emisiones de gases de invernadero, el Presidente estadounidense podría cambiar de rumbo. Brian Deese afirma que el Acuerdo de París va a sobrevivir a Trump, porque quienes estuvieron a cargo de las negociaciones lo diseñaron para que resistiera los embates políticos. Además, las fuerzas económicas, tecnológicas y políticas que lo originaron son cada vez más poderosas. Hay una ola de activismo climático al que las autoridades prestan atención. Las políticas públicas de Estados Unidos no pueden parar esa tendencia, pero sí pueden dañar a su propia economía.

En la sección Mundo, los artículos se centran en los temas de la globalización y Trump. Richard N. Haass se refiere al considerable cambio de rumbo en la política exterior y en las relaciones internacionales de la presidencia de Trump. Hay grandes desafíos que plantean nuevos enfoques. En primer lugar, Asia, y concretamente la amenaza nuclear norcoreana que se dirime entre las opciones de intervención o negociación, además de la relación con China y el paso atrás que se ha dado en el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP). Igualmente, destacan la falta de aproximación de Trump a Europa, el rechazo del acuerdo nuclear alcanzado con Irán, la amenaza terrorista yihadista en el Medio Oriente y la deriva autoritaria de Recep Tayyip Erdogan en Turquía. Son cuestiones en las que Estados Unidos debe mostrar liderazgo y responsabilidad, en lugar de crearse enemistades o lanzar insultos innecesariamente.

Reuters-Kevin Lamarque

En la misma línea, no menos importante es la aportación de Robert Mickey, Steven Levitsky y Lucan Ahmad Way, a quienes inquieta la posibilidad de una involución de la democracia en Estados Unidos y la caída en un «autoritarismo competitivo», un sistema en el que el gobierno abusa del poder del Estado para desventaja de sus opositores, a pesar de tener instituciones democráticas fuertes. Esta involución sería gradual, con una serie de pasos legales que reportarían condiciones más favorables al partido de gobierno. No se trata de una mera hipótesis, sino que se basa en muchos ejemplos de gobiernos democráticos que han seguido recientemente esta deriva y del propio Estados Unidos en algunos momentos de su historia. El resultado es que se genera incertidumbre, pues, a pesar de que el mayor freno para una involución democrática es la impopularidad presidencial, ciertos acontecimientos, como un ataque terrorista, podrían cambiar la imagen pública del Presidente.

Esta preocupación se mantiene en el artículo de Jeff D. Colgan y Robert O. Keohane, en el que alertan del regreso súbito del populismo, tanto en el Reino Unido con el brexit como en Estados Unidos con la elección de Trump. Es un populismo que siente aversión por las instituciones del orden liberal (la Organización de las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio, la Organización del Tratado del Atlántico Norte), ya que considera que limitan la soberanía nacional. Esta desafección popular por el orden liberal tiene su origen en las insuficiencias del contrato social, que han ampliado la brecha entre las élites prósperas y las clases medias y bajas rezagadas. Salvar el orden liberal significa formular políticas reales que hagan que la globalización sirva a los intereses de los ciudadanos de la clase media y trabajadora.

Sobre la globalización, su estancamiento y cómo reanimarla trata el artículo de Fred Hu y Michael Spence. Los autores insisten en la elección de Trump, su relación con la retirada del TPP, la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y todo lo que implica un retroceso de la globalización, con un mayor proteccionismo y un rechazo al viejo orden por parte de los que se han quedado sin empleo como consecuencia del desplazamiento de la producción industrial. La solución para restablecer la globalización sería que Estados Unidos y China encontraran el camino para transformar el orden mundial existente y hacerlo más sostenible, en lugar de derribarlo completamente.

Sobre Brasil, Mariana Magaldi de Sousa compara la agenda económica de Trump con la Nueva Matriz Económica de la expresidenta Dilma Rousseff, ambas de corte proteccionista, y llega a la conclusión de que, si se tienen en cuenta todas las diferencias de contexto, la experiencia y los resultados económicos de Brasil deberían ser considerados como una alerta temprana para Estados Unidos. Finalmente, Lorena Ruano presenta la próxima Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños-Unión Europea desde el punto de vista de lo que América Latina y el Caribe desean de la Unión Europea y del futuro de estas cumbres birregionales, dado el agotamiento de unas reuniones puramente declarativas que no llegan a resultados concretos. Para la autora, el acceso de Trump al poder en Estados Unidos y su comportamiento respecto de los países de Europa y Latinoamérica pueden sacar del letargo esta relación birregional iniciada en 1999 en Río de Janeiro.

No terminemos sin congratularnos por los 25 años de la licenciatura en Relaciones Internacionales del ITAM, a la cual Foreign Affairs Latinoamérica debe en gran parte su origen y trayectoria.

Expresamos nuestra solidaridad con los países caribeños y con las entidades de Estados Unidos que resultaron afectados por el paso de los huracanes Irma, José, Katia y María. Asimismo, enviamos nuestras condolencias a las víctimas de los sismos registrados en México el 7 y el 19 de septiembre de 2017, con intensidades de 8.2 y 7.1 grados, respectivamente.

JORDI BACARIA COLOM es Director de Foreign Affairs Latinoamérica y Director del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB). Sígalo en Twitter en @bacaria_jordi.

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