El pasto del vecino

17 julio, 2016 • Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 9378

Sobreestimar la pobreza en México

EFE / EL UNIVERSAL

EFE / EL UNIVERSAL

avatarDefault Manuel J. Molano

Julio 2016 

Una colaboración de México ¿cómo vamos?

La pobreza importa. La distribución del ingreso, de la riqueza, del acceso a la vivienda, la salud y la educación, también importan. La igual distribución de las oportunidades es crucial. Estas cosas son tan importantes que apenas se entiende su relación con el desarrollo económico. El crecimiento del PIB no necesariamente cura los problemas de pobreza y de desigualdad. De hecho, quizá el crecimiento está limitado, sobre todo, porque no se han resuelto estos problemas. Al menos, eso es lo que recuerdo de las clases de Gonzalo Hernández Licona y Rodolfo de la Torre en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Es uno de esos problemas en donde las intervenciones públicas, ya sean del gobierno o de la sociedad, son importantes.

Las mediciones multidimensionales son útiles porque permiten articular políticas focalizadas de combate a la pobreza. Es posible que la gente tenga ingresos suficientes para comer y vivir, pero que carezcan de acceso a la salud, a la educación o a la vivienda. Sus probabilidades de supervivencia son menores que las de otros miembros de la sociedad que no tienen esas carencias. La probabilidad de que sus hijos, y los hijos de sus hijos, tengan un mejor futuro es muy pequeña.

La medición mexicana que hace el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) de pobreza multidimensional es muy buena. Primero, es transparente. Cualquier persona, con software estadístico gratuito (la plataforma R) y los datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), puede replicar el cálculo. Segundo, la medición incluye la visión de estudiosos de diversas disciplinas, quienes han contribuido a la definición de las carencias. Tercero, es una medición que permite que un gobierno nacional o local pueda tomar cartas en el asunto y permite mejores agendas de atención a la pobreza. Las carencias están perfectamente definidas en poblaciones objetivo muy bien delimitadas.

Ya dije lo virtuoso de esta medición de pobreza. Ahora diré lo preocupante, que quizá despertará el enojo de muchos amigos, economistas e implementadores de política pública. La cifra oficial del Coneval muestra un número grande de pobres (55.3 millones, 46.2% de la población, de los cuales 11.4 millones están en pobreza extrema). El número de gente en pobreza creció entre 2012 y 2014 en 2 millones de personas. Con todo respeto y humildad, resulta dudosa la magnitud y la dirección de cambio en el largo plazo de esas cifras.

¿Por qué? Aun bajo la medición del Coneval, en las 2 últimas décadas se han reducido las carencias sociales, especialmente para la población de más bajos ingresos. De manera notable, la carencia por salud se redujo significativamente en la última década: de casi 60% de la población en 2000 a cerca de 20% en 2014. El cambio no es tan significativo en las otras, como acceso a la seguridad social, rezago educativo, calidad y espacios en vivienda, servicios básicos en vivienda, o ingreso. Sin embargo, en todas las carencias con la excepción del ingreso, la tendencia es de mejoría, desde modesta (como en el caso del rezago educativo) hasta notable (como en acceso a la salud).

Aun así, no se ha reducido el número de personas en pobreza en el país. Si las carencias se han reducido, y el número no baja, quiere decir que se aspira a más que antes. El problema es que hay una agenda política que se opone a la política económica mexicana desde hace 30 años. Esa agenda está construida con base en que casi la mitad de la población del país es pobre. Suponiendo (sin conceder) que México y su membresía en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte dejaron a casi la mitad de la población en la pobreza, esa es una invitación para que México desmantele su apertura comercial, y que nadie en Latinoamérica (o incluso el mundo) se le ocurra imitarla. Pensando (sin aceptar) que las transferencias en efectivo y las mejoras a los sistemas de salud no sirvieron para nada, el elevado número de gente en pobreza multidimensional invita al populista a las arenas políticas, a decir: «Nada de lo que se hizo antes sirve. Yo les ofrezco un mejor camino».

El otro problema es que los recursos del presupuesto público destinados a resolver este problema son una cifra no trivial. De acuerdo al Presupuesto de Egresos de la Federación, el presupuesto destinado a desarrollo social es de 2.2 billones de pesos, el 11.9% del PIB. ¿Se canaliza el presupuesto a las carencias más apremiantes? En un momento de crisis fiscal, ¿se puede seguir gastando cifras similares? ¿Es sostenible la estrategia para abatir la pobreza o es enteramente dependiente de la volátil renta petrolera?

Gráfica. Fuente: México, cómo vamos

Fuente: México, cómo vamos

La Iniciativa de Desarrollo Humano y Pobreza de la Universidad de Oxford (OPHI) realiza una medición multidimensional de pobreza extrema para 102 países y el 2 de junio pasado publicó sus datos de 2016. Los datos para México están construidos con base en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) de 2012 que es, en teoría, representativa a nivel nacional. México está en la posición 23 de 102 países. En comparación con América Latina y el Caribe, la pobreza multidimensional de México en el índice de OPHI es solamente peor a la de Barbados y Santa Lucía, pero prácticamente igual a la de Argentina y menor que la de todos los países latinoamericanos. De acuerdo a la medición de OPHI, que debe tener una lista de carencias menos larga que la de Coneval, solamente el 2.8% de la población está en pobreza extrema multidimensional, y la intensidad de las carencias entre los pobres es de 38.8%. Eso quiere decir que, bajo esta medición, las personas en pobreza extrema en México son 3.3 millones. Compárese esta cifra con la de Brasil, donde el 5.3% de la población es multidimensionalmente pobre según el criterio de OPHI, y la intensidad de carencias es 40.6%. En China, 5.2% de la población se encuentra en situación de pobreza extrema y la intensidad de las privaciones entre los pobres es de 43.2%.

OPHI no hace una medición para Venezuela, pero si la medición boliviana sirve de algo, el porcentaje de pobres extremos con este estándar es 20.5% y la intensidad de las carencias es 43.7%. Tampoco hay mediciones para países avanzados, donde también hay pobres. El grado de desarrollo del país no implica que todos los individuos tengan acceso a los derechos mínimos. El enojo popular en la actual campaña presidencial en Estados Unidos, y las vicisitudes de muchos estadounidenses por carencias de vivienda, salud y educación, nos dirían que debe haber un número importante de ciudadanos de ese país en pobreza multidimensional. El estudio de Shatakshee Dongdee y Robert Havemann ubica la pobreza multidimensional de Estados Unidos en 26.6% de la población, aunque persisten algunas dudas sobre la intensidad de las carencias.

Yo quisiera que alguien me mostrara donde está el error. Quizá en las cifras de la Ensanut. Quizá en un umbral de carencias demasiado bajo en la medición de OPHI. Sin embargo, si estos números son correctos, lo que nos hace falta es darle viabilidad de largo plazo a un programa exitoso de combate a la pobreza. Quiere decir que las políticas de los últimos 30 años, desde la apertura comercial, la estabilización macroeconómica, las transferencias en efectivo y la ampliación en cobertura de salud, sirvieron. En la parte educativa, de seguridad social y de ingreso aún falta mucho por hacer, pero ¿faltaría más con una agenda populista, proteccionista y retrógrada, como en Bolivia? Yo creo que sí.

Corolario: dotemos de autonomía al Coneval. No lo dejaron en el limbo: lo mandaron al purgatorio, y lo que sigue es el infierno de la captura de la institución al servicio de los peores intereses. Dejemos que Coneval nos diga qué funcionó y qué no, sin la espada de Damocles del Congreso mexicano sobre su cabeza. Que nos ayude a evaluar políticas públicas de todo cuño, no solamente las de desarrollo social. Pongamos el presupuesto en donde tenga alto impacto medido, no donde la politiquería mande.

MANUEL J. MOLANO es economista por el ITAM con posgrado en el Imperial College. Es el Director General Adjunto del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), centro de investigación aplicada en política pública, apartidista, independiente y privado. Además, es experto en México, ¿Cómo Vamos? Sígalo en Twitter en @mjmolano.

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