El descontrol del México «mirreynal»

20 abril, 2015 • Entrevistas, Latinoamérica, Portada, Regiones • Vistas: 6466

Héctor Guerrero

Héctor Guerrero

 Entrevista FAL a Ricardo Raphael, autor del libro Mirreynato, la otra desigualdad

avatarDefault Gerardo R. Valenzuela y Sergio E. López-Araiza

Abril 2015

La vulnerabilidad de amplios sectores de la sociedad, que cimbró a México con casos como el de Ayotzinapa, contrasta con la ostentación y el desinterés de una élite económica y política que controla, no solo a las instituciones dentro del país, sino que también busca frenar las críticas que vienen desde el exterior. Esta disparidad ha llevado a Ricardo Raphael a tratar de entender a este régimen a través de su más reciente libro Mirreynato, la otra desigualdad. Para ahondar más sobre el tema, el equipo editorial de Foreign Affairs Latinoamérica se reunió con el periodista y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) para dialogar sobre la relación de su libro con el México actual. Sígalo en Twitter en @ricardomraphael.

Foreign Affairs Latinoamérica – Recientemente publicó el libro Mirreynato, la otra desigualdad, el cual ha causado gran revuelo por la manera crítica en la que presentas a la élite política de nuestro país. Pero, ¿qué es el mirreynato?

Ricardo Raphael – Es una forma que me invente para nombrar una época -en más de un sentido- extraña. Es un retrato de época muy centrado en una preocupación que lleva muchos años en mi agenda intelectual, que es la desigualdad. El libro surge como un intento por explicar los dos tipos de desigualdad que enfrente nuestro país, aunque cualquier sociedad las enfrenta: la desigualdad de trato, mejor conocida como discriminación, un relación que es injusta, asimétrica, sistemática de las personas ante la ley, ante el Estado y ante ellas mismas; por otro lado, la desigualdad económica que en México es enorme.

Tengo que decirlo, es una aproximación no académica y al mismo tiempo multidisciplinaria. No académica porque no hay un trabajo de sembrado de hipótesis, de experimentación y de prueba, pero al mismo tiempo abrevia una gran cantidad de trabajo académico que se ha desarrollado para tratar de entender la desigualdad en el país. Al mismo tiempo, es un libro de divulgación que intenta comunicar -con términos lo más amables posibles para el lector- cuestiones que han vivido encerradas en los claustros especializados.

Además, es un libro escrito para los más jóvenes, aunque espero que lo lean todos. Lo escribí mientras impartía la clase de «Discriminación y desigualdad» en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Está hecho al calor del diálogo con los alumnos y sobretodo está dirigido a las nuevas generaciones, que tengo la impresión de que están construyendo su propio mapa de referentes sobre lo que sí se vale y lo que no se vale. Entonces, todo eso junto dio por resultado este texto que habla de esta época que llamo «mirreynato».

FAL – Un gran acierto del libro y que probablemente lo hace menos académico son los múltiples ejemplos, visiones y fotos que retratan a esta élite, por ejemplo como el nuevo video del Instituto Cumbres. Pero me gustaría reflexionar sobre los acontecimientos recientes que han cimbrado desde abajo, como el caso Ayotzinapa, el caso Tlatlaya. ¿Cómo podemos entenderlos vistos desde este retrato?

RR – Déjame primero abordar lo que fijaste como idea inicial. Hay dos maneras de comunicar. Creo que cualquier texto antiguo, como cualquier texto moderno usa las dos. Sin embargo, en nuestra época hemos despreciado una y preferido la otra. La forma más apreciada es una prosa de silogismos bien construidos, de premisas bien establecidas e irrefutables. Incluso, a veces yo diría una prosa árida, a veces impenetrable, para quien no acceda a los términos. La otra manera que utilizamos los seres humanos para comunicarnos es a través de la metáfora. La Biblia está llena de metáforas, el Corán está lleno de metáforas.

El Mirreynato es un libro que intenta comunicar a partir de la metáfora más que del texto abigarrado y eso es lo que lo distingue mucho de la prosa académica. Creo que la metáfora es la vía de comunicación más directa entre los seres humanos, cuanto más si esa metáfora resulta fácil de entender para los integrantes de una misma comunidad. En el léxico de las familias, uno se ríe de los mismos chistes, de la misma historia del abuelo, en fin. En esta generación, digamos en los últimos 3 años, aparecieron términos como «Lady Profeco», «Lady Senadora», «Ladies de Polanco», y ya sabemos muy bien a que nos estamos refiriendo. Lo que hice fue tomar esta estructura más de origen literario que periodístico y traerla a la discusión sobre la desigualdad. Entonces, sí hay una intención deliberada de comunicar a través de la metáfora o del mito fundacional que va construyendo sociedades.

Por otra parte, como la mayor parte de los que nos hemos dedicado a observar los temas de la desigualdad y la discriminación no habíamos puesto la cámara de abajo hacia arriba. Yo participé en dos momentos, con 10 años de distancia entre uno y otro, para la elaboración de diagnósticos sobre el estado de la discriminación en México y ambas era observando las poblaciones discriminadas; es decir, si la sociedad fuera un edificio, los diagnósticos se elaboraron viendo los primeros pisos. En realidad esto es para mí un esfuerzo novedoso de voltear la cámara y observar las cosas desde el piso de hasta arriba, desde el penthouse. Y lo hice así porque me di cuenta que era más fácil de comunicar las cosas si empezaba a observar la desigualdad de arriba hacia abajo que de abajo hacia arriba.

Lo planteo así: Nosotros los Nobles es una película que atrajo hordas inmensas al cine, lo mismo que Nosotros los ricos o que Ustedes los pobres de Pedro Infante lo hizo en su época, pero hoy Pedro Infante no pegaría tan bien, porque vamos por épocas. Me di cuenta que si hablaba de Nosotros los Nobles, de los del penthouse, iba a entenderse mejor la desigualdad, pero de ninguna manera esta aproximación excluye temas que me son muy preciados, que en el libro los llamo la justicia en los márgenes.

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El Estado mexicano, la élite mexicana, está diseñada para cuidar lo que ocurre dentro del palacio. Entonces, si la Ciudad de México no tiene violencia, el país no está tan mal, dijo un día Enrique Krauze. Si la delincuencia disminuye en Valle de Bravo, las cosas están en orden. ¿Qué pasa en los márgenes de las polis por allá en las montañas de Guerrero, como en Ayotzinapa? Se voltea a esas zonas hasta que en esos lados pegan un grito -normalmente un alarido doloroso, infame-, como en el caso de Iguala. Pasó ya en 1994 con el caso del levantamiento zapatista, pasa con Aguas Blancas, sucede ahora con el señor José Luis Abarca y se convierte en un llamado de «no podemos seguir viendo a México como el que vive dentro del castillo y el que vive fuera del castillo» o como lo llamo en el libro: el «mexiquito» y el «mexicote», separado por un cierre social que sirve para justificar por qué unas cosas importan y otras no.

Desde luego, tengo la impresión de que Tlatlaya, Ayotzinapa, Chiapas, Aguas Blancas, La Parota y me puedo seguir… son los gritos del «mexicote» por ser incluidos en la visión de la élite gobernante, que es justamente la que se beneficia del «mirreynato».

FAL – Justamente, bajo este régimen construido para cuidar lo que pasa dentro del palacio, ¿cómo podemos esperar que reaccione ante las exigencias que vienen de fuera, que vienen de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el caso de la tortura, que viene de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otros? ¿Cómo podemos esperar que se resuelvan estos problemas dentro del «mirreynato»? ¿Es posible? ¿Son compatibles la resolución de estos problemas con este régimen?

RR – En México es vieja la premisa «farol de la calle que alumbra la casa». ¡No hay mayor estrategia política! En 1994, el subcomandante Marcos hace una campaña en medios internacionales que permitió observar el movimiento zapatista. Sin esa campaña, que es la primera en el mundo que utiliza las redes sociales, no habría tenido la misma fuerza.

Es claro que si queremos modificar la estructura de oportunidades de nuestro país necesitamos tomar lo que haya a la mano -déjame llamarle oportunismo epistemológico-y el «farol de la calle» ayuda mucho a alumbrar la casa. Al Estado mexicano, en un mundo global, le cuesta mucho trabajo ignorar lo que el mundo dice. Si esto no es Rusia, porque ese país tiene un poder económico de autosuficiencia y de independencia con respecto al mundo utilizando los términos clásicos de la teoría, lo que hace que, en general, su interdependencia sea normalmente favorable. Pero nuestra interdependencia obliga a que el Estado mexicano esté todo el tiempo al pendiente de lo que dice el relator de derechos humanos de la ONU, el de tortura, el de desapariciones forzadas, en fin.

En ese sentido, se presenta el juego de doble nivel, como lo llamaba Robert Putnam, en el que se juega una estrategia en México y luego se juega otra desde el extranjero para que ese «farol de la calle» modifique la realidad mexicana. Esta no es solo una estrategia del gobierno, sino también de la organización social y de los movimientos. En definitiva, considero que los ciudadanos hemos aprovechado o hemos entendido bien cómo jugar aquel juego que, por cierto, lo inició Carlos Salinas de Gortari de manera formidable. ¿Cómo nos convenció a todos de que teníamos que entrar al tratado de libre comercio? Pues porque el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial nos lo decían. ¿Decían qué? Lo que el propio gobierno de Salinas les decía que dijeran. Hemos seguido ese aprendizaje y creo que ha sido de una gran utilidad.

Por otra parte, hay una cosa que me tiene muy sorprendido. El libro ha despertado como 13 o 14 artículos en el extranjero. Desde afuera están presentando a esta élite como algo que es inadecuado. En definitivamente nunca había visto tanta atención por mi trabajo que ahora es mencionado por el «farol de la calle». Entonces sí hay ahí un circuito de doble nivel que vale la pena observar.

FAL – Usted menciona que el «mirreynato» tiene mucho que ver con la desigualdad, la discriminación y el racismo. Estos temas no son exclusivos de México, al grado de que algunos países latinoamericanos están incluidos en la lista de los más corruptos y la discriminación y la desigualdad prevalecen en toda la región. Entonces, ¿el fenómeno del «mirreynato» es exclusivo de México? ¿Qué nos hace diferentes de otros países para que nosotros tengamos esta élite?

 RR – El «mirrey» es la versión 3.0 del «hidalgo» -el «hijo de algo» que vino en la Colonia-, del junior del siglo XX, del «pirruris» de finales del siglo XX, en fin. En realidad está en México y está en todo el mundo. En Estados Unidos se llaman spoiled kids, en Francia les llaman huppé. Es decir, el junior no una cosa exclusiva. Pero hay dos cosas que distinguiría como endémico de México. Lo primero es que no importa cuánto ostenta el spoiled kid «gringo», si se topa con la ley se topó con la ley y debe responder. En cambio, en México el ostentar te vuelve inmune frente al ejercicio de la ley o te da impunidad, te da fuero. Dicho claramente, si vas en un carrito modelo 1998, de cuatro cilindros y te pasas un alto la policía te detiene. Si viajes custodiado por carros de «guaruras» en uno de estos coches con alas de gaviota, la policía te deja pasar. Es decir, claramente aquí hay una cosa que es muy particular: la ostentación genera impunidad. Y eso hace que el «mirrey» sea una variante exponenciada del junior, porque no puedo decir que se trate de un junior.

Esto puede llegar a verse en el resto de Latinoamérica o en otros países con economía emergente en la medida en que el Estado es capaz o no de ejercer límites. México hoy tiene un Estado que es incapaz de ponerle límites a su élite, a diferencia del pasado cuando sí fue capaz. Antes tuvo otros defectos -un sistema de partido único y autoritario-, pero el poder priista le podía poner un alto a cualquier otra élite que no fuera la de la casa presidencial. Hoy la casa presidencial no le puede poner límite ni a la esposa del Presidente.

Por otra parte, siendo parecidos a nuestros primos de Latinoamérica, veo a los centroamericanos mucho más conscientes de su nivel de discriminación, mucho más conscientes de su nivel de desigualdad y mucho más prácticos a la hora de enfrentarlos. Dos ejemplos muy rápidos. Brasil no se anduvo con juegos: redujo sensiblemente la desigualdad en menos de dos gobiernos. O sea, verdaderamente están conscientes y supieron como emprender una lucha frente a una desigualdad que es ancestral, tan grave como la nuestra. Brasil tenía una población esclava más grande que nosotros -claro, es un país más grande-, pero claramente han atendido eficazmente el asunto.

Héctor Guerrero

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Otro ejemplo de niveles de sensibilidad. La mayoría de los países latinoamericanos, igual que México, firmaron el artículo 189 de la Organización Internacional del Trabajo que pide el reconocimiento de los derechos laborales de las trabajadoras del hogar. Argentina, Bolivia, Brasil, Uruguay, entre otros, han ratificado ese tratado. En México, la Secretaría de Relaciones Exteriores está aterrada de que lo ratifiquemos porque no son capaces de meter a la formalidad a dos millones cien mil mujeres. «No vaya a ser que si lo firmamos hagan un sindicato nacional que sería más grande que el de los maestros ¡Imagínense el peligro!», dicen los funcionarios. La realidad es que aquí somos muy cínicos con el tema.

En definitiva, Latinoamérica tiene desigualdades igual que nosotros y tiene discriminación pero veo que van avanzado en una ruta mientras que aquí permanecemos más bien pasmados, protegiendo el penthouse y al régimen «mirreynal», «no vaya a ser que se nos desfonde y estas trabajadoras del hogar, que han nacido en la planta baja, vengan y nos tomen por asalto y al rato tengamos un ministro como en Ecuador que sea trabajadora del hogar». Es decir, creo que sí hay datos en México que nos hacen tomar distancia de la manera más desagradable con respecto a los avances civilizatorios que sí observo en América Latina.

FAL – Ahora, volviendo a esta élite que cuida el penthouse, que es finalmente la élite que gobierna México, ¿qué podemos esperar del proceso electoral que vamos a enfrentar? Es decir, si sabemos que tenemos esta élite que se protege a sí misma, que tiene un Estado hecho para proteger a este «mexiquito», ¿qué sentido tiene ir a votar?

RR – Primero, duro y a la cabeza: 6 de cada 10 mexicanos dicen que esta no es una democracia, cuéntenme entre ellos. No es una democracia porque me gusta la definición griega, porque no hay igualdad ni ante la ley ni ante el ágora y tampoco frente al Estado. Cuando eso ocurra y tengamos elecciones regulares, estaré de acuerdo en que esto es una democracia. Al principio asumí que íbamos en una transición.

Ahora, si no es una democracia, ¿qué es? El purgatorio entre el sistema de partido único y esa democracia. Si en lugar de llamar al libro Mirreynato el editor me hubiera dejado ponerle otro nombre, lo hubiera llamado «Purgatorio». Sí, pero «mirreynato» parece que era más claro porque beneficia a ese penthouse y a los «mirreyes». Con todo esto, el «purgatorio» se caracteriza por ser una oligarquía censitaria: es un grupo oligárquico que plebiscita su poder cada 3 años, pero necesita de nosotros para plebiscitarlo porque si nosotros no le diéramos el aval, esa oligarquía no podría mantenerse, y repetir y repetir como está ocurriendo. Quiero suponer que esa oligarquía tiene secuestrados a casi todos los partidos, a casi todas las cúpulas de los partidos. Pero hay resquicios y fracturas, muchas más de las que había en la época del sistema de partido único. Ahora, esos resquicios y esas fracturas requieren de ciudadanos que sean capaces de conducir su voto de manera tal que dejen de ser cómplices de la oligarquía censitaria .

¿Yo qué voy a hacer el 7 de junio? Bueno, no me preguntes por quién voy a votar, pero ¿qué voy a hacer? Revisar cuál de mis votos puede quebrar esa oligarquía, cuál puede contraponerla. Estoy convencido que cuando Nicolás Maquiavelo decía «divide y vencerás» estaba pensando en la élite: divide a la élite y vencerás, eso es la democracia. Entonces, espero que mi voto me lleve un poco en esa lógica en lo que vamos saliendo del «purgatorio».

FAL – Algo que es atacado fuertemente por esta élite es la libertad de expresión y lo estamos viviendo muy claramente en México con el caso Aristegui. Usted como periodista y como profesor de una maestría en periodismo, ¿cuál es su opinión al respecto?

RR – Tenemos que decir que (en México) hay absoluta libertad de expresión para los artículos, para las columnas y para la opinión. Tengo la opinión de que los políticos de hoy no leen, por eso no les importa lo que digan las columnas. Sin embargo, no hay esa libertad para el periodismo de investigación.

El periodismo de investigación es un género lamentablemente muy joven en México. Es el género por antonomasia, el rey de los géneros periodísticos y, sin embargo, en México se ha ejercido poco y no con el rigor necesario. Yo leo el golpe a Daniel Lizárraga, Jefe de la Unidad de Periodismo de Investigación, y a su jefa Carmen Aristegui como un golpe al periodismo de investigación.

¿Cómo se responde a esto? Cuando el embate es contra el periodismo hay que hacer más periodismo, punto. No me interesa litigar ni buscar amparos ni desgañitarme las cuerdas bucales. Cuando hay una represión al periodista, ¿qué tiene que hacer el periodista? Más periodismo. Yo creo que eso es lo que vamos a ver. Lo lograron porque vamos a hacer más periodismo de investigación. Y claro, hay tantos trapitos que sacar que tenemos «chamba» para rato.

GERARDO R. VALENZUELA y SERGIO E. LÓPEZ-ARAIZA son Productor Editorial y Community Manager de Foreign Affairs Latinoamérica respectivamente. Sígalos en Twitter en @ForeignAffairsL y @selopab.

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2 Responses to El descontrol del México «mirreynal»

  1. Javier Aguilar Frías dice:

    ¡Es un excelente artículo!

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