El déjà vu de Lima

23 abril, 2018 • Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 3891

Los ambiguos resultados de la Cumbre de las Américas

Embajada de Estados Unidos

Juan José Rodríguez Rey

Abril 2018

La VIII Cumbre de las Américas, celebrada en Perú el 13 y 14 de abril de 2018, mostró el cambio de la política del gobierno de Estados Unidos hacia Latinoamérica. Del limitado acercamiento de Barack Obama, entendido como parte de un paradigma global y multilateral de las relaciones internacionales, se ha vuelto, con el presidente Donald Trump, a la vieja política estadounidense centrada en eliminar aquellos sistemas políticos que no le son favorables a sus intereses o a su visión liberal de la democracia.

También vimos un continente dividido en torno a la crisis política y económica que sacude a Venezuela, en un contexto regional golpeado aún por los escándalos de la constructora brasileña Odebrecht. Por si fuera poco, la Cumbre, cuyo tema principal era «Gobernabilidad democrática frente a la corrupción», se produjo en momentos donde, precisamente, la corrupción se ha llevado por delante a mandatarios y exgobernantes.

Decía el maestro Carlos Gardel que 20 años no son nada pero, a tenor de lo visto en Lima, podríamos decir que en diplomacia podrían ser una eternidad. Tan solo 3 años después de que La Habana y Washington escenificaran en la Cumbre de Panamá su acercamiento histórico, representado en el apretón de manos entre los presidentes Obama y Raúl Castro, en Perú hemos vuelto al pasado.

Si en Panamá Cuba asistía por primera vez a este cónclave, en Lima fue Venezuela la excluida por motivos muy parecidos a los esgrimidos con la isla. En 2015, Obama había dicho que había llegado el momento de iniciar un nuevo capítulo en la región, dejando atrás the old arguments, the old grievances (los viejos argumentos, los viejos agravios), lo que llevó al establecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. En el continente había cierto consenso por trabajar en solucionar problemas comunes dentro de las diferencias ideológicas entre países… hasta que ganó Trump.

En la cita de Perú, Trump, el gran ausente al preferir quedarse en casa preparando el ataque a Siria, volvió a dejar claro, por medio de su Vicepresidente, Mike Pence, que cualquier acercamiento a Cuba en las circunstancias actuales es imposible. Pence dio un discurso con tintes mesiánicos con alusiones constantes a «los países libres», como línea divisoria entre los aliados de Washington y el resto, y calificó a Cuba como una «dictadura» totalitaria, término siempre evitado por Obama en aras de construir una nueva relación bilateral.

Si bien Estados Unidos y el llamado Grupo de Lima, compuesto por catorce países, buscaron una declaración de condena a Caracas, no les fue posible por falta de consenso.

 

El canciller cubano Bruno Rodríguez no se quedó atrás y calificó la intervención de Pence de «insultante» y «humillante», a la vez que volvió a desempolvar las viejas acusaciones hacia el gobierno estadounidense,  al que responsabilizó de apoyar a las grandes dictaduras que padeció Latinoamérica y de violar los derechos humanos en la región. Este enfrentamiento público, más propio de épocas pasadas, deja muy pocas probabilidades a que se repita lo alcanzado por Castro y Obama mientras Trump, quien ha puesto su política externa en manos de representantes de la línea dura del conservadurismo, sea el inquilino de la Casa Blanca. Habrá que ver los movimientos del nuevo Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, tras el retiro de Castro.

Venezuela, la división que no termina

Aunque oficialmente no estaba en agenda, la crisis que atraviesa Venezuela fue también tratada en la reunión, pese a que el Presidente venezolano, Nicolás Maduro, fue excluido. Si bien Estados Unidos y el llamado Grupo de Lima, compuesto por catorce países, buscaron una declaración de condena a Caracas, no les fue posible por falta de consenso. Se tuvieron que conformar con una declaración aparte donde manifestaron que tal como está la situación, las elecciones de mayo de 2018, donde Maduro busca reelegirse en el cargo, «carecen de legitimidad y credibilidad».

Los presidentes de Argentina, Mauricio Macri; Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Juan Manuel Santos; Brasil, Michael Temer y Costa Rica, Luis Guillermo Solís, fueron especialmente críticos con el gobierno venezolano al que acusan de tener al país en una «dictadura» con «presos políticos» y violaciones reiteradas a los derechos humanos. Santos llegó a llamar «régimen opresor» al Estado venezolano, mientras que Pence anticipó que su gobierno «no descansará hasta que se restablezca la democracia en Venezuela».

Por otra parte, Caracas tuvo el apoyo esperado de los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), entre ellos Cuba y Bolivia, y en menor grado de Ecuador,  quienes criticaron la exclusión de Maduro y defendieron el derecho a la soberanía nacional. El presidente boliviano Evo Morales condenó «categóricamente» las sanciones contra su aliado, mientras que el canciller Rodríguez afirmó que estaba en la Cumbre «para reiterar la invariable solidaridad de Cuba con la unión cívico militar bolivariana y chavista».

Otros países, como El Salvador, Haití, Jamaica, República Dominicana o Trinidad y Tobago prefirieron no hacer mención a la crisis venezolana en sus discursos durante la plenaria. «Encontramos una región dividida», llegó a decir durante su intervención el presidente panameño Juan Carlos Varela.

Ante esta situación, la pregunta inmediata es cómo reaccionará Latinoamérica ante la hipotética victoria de Maduro y la posible profundización de la crisis, lo que podría provocar un nuevo enfrentamiento civil y una nueva masiva migración de venezolanos. La Unión Europea y Estados Unidos ya han anunciado ayudas para atender a los migrantes, pero ¿hasta dónde está dispuesta América a intervenir en Venezuela y de qué forma, teniendo en cuenta la falta de consenso?

Lucha contra la corrupción en un océano de escándalos

Donde los gobiernos sí mostraron mayor consenso fue en el tema principal de la Cumbre: la lucha contra la corrupción. Los mandatarios adoptaron un compromiso de 57 puntos, aunque sin poder vinculante, en el que se comprometen a una mayor transparencia y a tener tolerancia cero con los corruptos.

Los presidentes se refirieron a la corrupción como una «gangrena» (Juan Manuel Santos, Colombia), una «epidemia» (Luis Guillermo Solís, Costa Rica), un flagelo oprobioso (Juan Orlando Hernández, Honduras) o una «realidad perversa» (Martín Vizcarra, Perú) a la que hay que combatir como región con más cooperación policial y judicial.

Vizcarra manifestó que la corrupción era «uno de los mayores obstáculos para el desarrollo y el goce efectivo» de los derechos humanos debido a la pérdida de recursos para inversiones sociales. Incluso, citando al Banco Mundial, aseguró que cada año se pierde en el mundo por el pago de sobornos el 2% del PIB,  lo que compromete el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas. Curiosamente, y pese a ser el tema central, Pence solo dedicó un minuto, de veintiuno que duró su discurso, a la corrupción, por ocho que le dedicó a Cuba y Venezuela y cuatro al bombardeo en Siria.

Donde los gobiernos sí mostraron mayor consenso fue en el tema principal de la Cumbre: la lucha contra la corrupción.

 

Sin embargo, pese a las bonitas palabras no se puede obviar que la propia Cumbre se realizó en momentos donde aún retumba el escándalo Odebrecht por los millonarios sobornos pagados por esta empresa a gobiernos de distinto color político para la adjudicación de obras. El propio Vizcarra llegó al poder en Perú tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, un liberal de derecha que mintió sobre negocios de sus empresas con Odebrecht. Por este mismo caso, también están procesados los expresidentes Ollanta Humala, actualmente en prisión, y Alejandro Toledo.

Recientemente, el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, un referente para la izquierda latinoamericana, entró en prisión para cumplir una condena de 12 años, también por corrupción. Lula se une a los derechistas Antonio Sacca de El Salvador, Ricardo Martinelli de Panamá y Otto Pérez de Guatemala. Entre rejas también están los exvicepresidentes izquierdistas Jorge Glas de Ecuador y Amado Boudou de Argentina, donde también es investigada la exmandataria Cristina Fernández.

Por otro lado, el salvadoreño Mauricio Funes enfrenta la justicia desde Nicaragua, donde permanece exiliado y, aunque no hay cargos contra él, tampoco se puede olvidar al gobernante argentino Mauricio Macri, citado en los llamados Papeles de Panamá.

Como conclusiones se puede decir que la Cumbre ha ratificado el enfriamiento total del acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, en un continente que sigue dividido por las medidas a tomar ante la crisis política y económica que sufre Venezuela. La reunión mostró también un consenso de los gobiernos de luchar más contra la corrupción, aunque los acuerdos alcanzados no son vinculantes, por lo que habrá que esperar para ver cuánto hay de cierto en el compromiso. Todo un déjà vu. Nada nuevo.

Los países latinoamericanos condenaron además el uso de armas químicas, sin defender  una intervención militar en Siria, y prefirieron, salvo excepciones, no polemizar con Washington en torno al escabroso asunto del muro fronterizo con México, la migración, el cambio climático o el proteccionismo comercial defendido por Trump.

JUAN JOSÉ RODRÍGUEZ REY es politólogo y magister en Relaciones Internacionales por la Universidad Pública del País Vasco. Es coautor de Diccionario de la locura. Martinelli de la A a la Z. Además, es corresponsal de prensa en Panamá, donde escribe artículos sobre la actualidad latinoamericana. Sígalo en Twitter en @reyjoglar.

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