El banco BRICS: por una globalización con menos desigualdades

1 agosto, 2014 • África, Artículos, Asia/Pacífico, Asuntos globales, Europa, Latinoamérica, Medio Oriente, Portada • Vistas: 7695

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Agosto 2014

En la VI Cumbre de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), celebrada en julio de 2014 en Fortaleza, Brasil, se acordó la creación del nuevo Banco de Desarrollo, con sede en Shanghái, subsede regional en Sudáfrica y con autoridades de Brasil, la India y Rusia en su directorio. Tendrá un capital inicial autorizado de 100 000 millones de dólares y uno suscrito de 50 000 millones de dólares, aportados en idénticas fracciones por cada uno de los países integrantes. El nuevo banco financiará proyectos de infraestructura de los países miembros, pero también ofrecerá capital a otros países en desarrollo.

Adicionalmente se firmó un Acuerdo de Reservas de Contingencia por 100 000 millones de dólares, orientado al apoyo mutuo de los países BRICS en prevención de eventuales crisis de balanza de pagos, proporcionando liquidez a través de canje de monedas. Considerando el stock de reservas internacionales que acumulan los BRICS, más los recursos que mueven sus respectivas bancas de desarrollo, significa que estas economías optan por autonomizarse de la banca multilateral, eclipsando el espacio del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial.

La complementación entre el nuevo Banco de Desarrollo y el Acuerdo de Reservas de Contingencia facilitará a futuro el comercio intra-BRICS en sus propias monedas. Este dato es relevante en la medida que ya en 2013 el yuan desplazó al euro como la segunda moneda más usada en las transacciones comerciales.

epSos.de CC

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La creación tanto del nuevo banco como del acuerdo representa un punto de quiebre en la evolución del sistema financiero internacional. La agenda de los países en desarrollo ha cuestionado desde hace décadas las asimetrías de ajuste, liquidez y financiamiento con que funciona el sistema multilateral desde su gestación en Bretton Woods.

Asimetrías de ajuste porque el sistema carga el peso del mismo sobre las economías con déficit, sin capacidad de presionar a las economías con superávit, sesgándose hacia modalidades de ajuste recesivo. Esta asimetría se ve agravada porque el sistema no tiene ninguna capacidad de ejercer presión sobre la economía con la mayor deuda del mundo, la cual además disfruta del privilegio del señoreaje, lo que significa que simplemente puede emitir la moneda patrón del sistema, el dólar, para financiar sus desequilibrios. Asimetrías de liquidez y de financiamiento por la escasez de recursos disponibles para financiar un desarrollo sostenible e inclusivo en las economías en desarrollo.

Después de la desregulación promovida por la revolución neoliberal se han agregado nuevas demandas, al quedar en evidencia la incapacidad del sistema financiero internacional de proveer gobernabilidad a los flujos financieros privados, acentuándose la volatilidad e inestabilidad de los mismos. El creciente número de crisis financieras que aqueja a la economía mundial desde la década de 1980 ha mostrado que no es cierto que los mercados financieros se autorregulan (como lo indica la tesis de los mercados financieros eficientes y racionales); que no es cierto que la globalización financiera refuerza la estabilidad financiera, con un rol corrector de los flujos especulativos; que las crisis financieras pueden afectar por igual a países desarrollados y en desarrollo y que, en todos los casos, el costo del ajuste ha recaído desproporcionadamente en los sectores más vulnerables, a través de recesión, desempleo, mermas salariales o recortes en las prestaciones sociales.

Inversor Global

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La formidable expansión financiera de las últimas décadas y la explosión de nuevos y sofisticados instrumentos financieros no se ha reflejado en incrementos del ahorro ni en mayores inversiones en infraestructura, educación e innovación A la par de niveles records de capitalización bursátil o de burbujas inmobiliarias, crece la brecha entre la economía financiera y la economía real. Esto es lo que hace decir a comienzos de 2014 a Christine Lagarde, máxima autoridad del FMI, que la crisis financiera no ha concluido, que la integración financiera puede hacer que las crisis sean más severas y más frecuentes, y que es necesario construir un sistema financiero poscrisis que sirva a la economía productiva antes que a sus propios propósitos.

Resta mucho para reformar el sistema financiero pero el nuevo Banco de Desarrollo y el Acuerdo de Reservas de Contingencia representan un paso importante que abre espacio a un nuevo escenario. En la coyuntura, representan además una externalidad positiva para la economía mundial pues reducen la volatilidad e inestabilidad financieras, asegurando que la salud financiera de los BRICS está bien resguardada, sin necesidad de acudir a la banca multilateral. Esto coloca un buen piso de crecimiento a la economía mundial, justo cuando el dinamismo de las economías industrializadas sigue limitado.

Por lo tanto, el nuevo banco representa un claro desafío al actual sistema financiero internacional. Ese desafío lo encabeza China, la segunda economía del mundo, acompañada de la India, Rusia y de los líderes regionales de África y Latinoamérica. Este desafío surge luego del fracaso de las modestas reformas en la toma de decisiones del FMI, acordadas en 2010 y aún bloqueadas por el Congreso de Estados Unidos.

Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil

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El nuevo banco no aplicará la condicionalidad típica de los organismos multilaterales, sesgada hacia un menor rol del sector público, y aspira a cobrar menores tasas de interés. Si esto llegara a concretarse en plazos cercanos, estaríamos en presencia de un esfuerzo serio de reforma de la arquitectura financiera internacional. La competencia entre el nuevo Banco de Desarrollo y la banca multilateral podría colaborar a corregir la asimetría entre el peso económico de los BRICS y de otras importantes economías en desarrollo (Indonesia y México, por ejemplo) y su minúscula representación en la gobernanza de los organismos multilaterales de financiamiento, contraparte de la exagerada sobrerrepresentación de varias economías europeas.

El nuevo banco se coloca una elevada vara de evaluación al privilegiar el financiamiento del desarrollo sostenible e inclusivo. Exactamente esa es la brecha que el actual sistema financiero internacional no está en condiciones de cubrir, dados sus sesgos financieristas y de corto plazo.

La novedad de un importante banco internacional de desarrollo con estas características debiera reflejarse en un apoyo financiero a los aspectos sociales, medioambientales y económicos del desarrollo, con énfasis inicial en proyectos que beneficien a las comunidades más desfavorecidas, por un lado, y con sólidos criterios de preservación ambiental.

FGV News

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Las metodologías de evaluación de los proyectos que postulen al financiamiento del nuevo Banco de Desarrollo tendrán que privilegiar las infraestructuras que mejoren el acceso a servicios sociales básicos, como educación, salud, agua y saneamiento. Es posible que, en el corto plazo, esto no se refleje necesariamente en mayor crecimiento económico y, en ese sentido, el nuevo banco deba formular patrones de evaluación de créditos que le permitan conciliar, quizás en plazos más largos, sus objetivos de crecimiento sustentable e inclusivo con la normal recuperación de sus fondos y la expansión de su cartera. Con tasas de interés menores, sin condicionalidad expresa, con objetivos de desarrollo sustentable e inclusivo, y probablemente con alta demanda de sus recursos, es claro que el personal del nuevo banco deberá innovar en sus operaciones, buscando conciliar sus objetivos con el rigor técnico que asegure su permanencia y expansión.

Si de desarrollo sustentable e inclusivo se trata, las economías BRICS enfrentan un desafío singular no solo por encontrarse entre las más desiguales del mundo sino también por el hecho que las relaciones de comercio que vienen construyendo entre ellas no necesariamente transitan en la dirección de los objetivos mencionados.

Archivo

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En efecto, el creciente vínculo comercial de China con las economías de África y de Latinoamérica se caracteriza por un marcado componente interindustrial,  mediante el cual exportan materias primas e importan manufacturas desde China, a veces replicando el tradicional intercambio centro-periferia y reviviendo las críticas por la reprimarización de las exportaciones. Es decir, el accionar del nuevo Banco de Desarrollo no podrá disociarse de un esfuerzo coordinado y más significativo entre los propios BRICS para favorecer la diversificación productiva y la gestación de cadenas de valor competitivas que puedan incorporar en ellas a pequeñas y medianas empresas. Sectores del progresismo latinoamericano no aprecian los vínculos que estos temas tienen con la reducción de las desigualdades y ponen el énfasis, de un modo hasta excluyente, en los sectores tradicionalmente considerados como sociales. Probablemente aquí los dirigentes de los BRICS y las autoridades del nuevo banco enfrentarán debates importantes.

En aras del desarrollo sustentable e inclusivo, los recursos del nuevo Banco de Desarrollo deberán reforzar también la coordinación con las políticas domésticas de cada uno de los BRICS. Poco sentido tendría el accionar del nuevo banco, si las políticas domésticas de los BRICS, en lo grueso, no apuntan con la misma intensidad a un desarrollo sustentable e inclusivo. Esta podría ser otra externalidad: reforzar el intercambio de experiencias de política económica, de modo que les permita detectar e impulsar las mejores prácticas de desarrollo sustentable e inclusivo, articulando en torno a ellas los principales proyectos del mismo.

EFE

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El nuevo banco podría constituir un instrumento privilegiado para movilizar recursos adicionales para el desarrollo de las economías del Sur, sea a través de alianzas con la banca de desarrollo regional o nacional en las propias economías del sur, a través de la incorporación de nuevos miembros (principalmente del mundo árabe) o de explorar operaciones de mediano plazo con los fondos soberanos, buena parte de los cuales responden a gobiernos de países en desarrollo.

Si logra avances significativos en estos temas, el nuevo Banco de Desarrollo podría liderar el debate sobre la Agenda de Desarrollo Post-2015 y promover un diálogo más provechoso entre los países en desarrollo y, por esta vía, una voz más articulada y consensuada del Sur en las negociaciones de esta agenda.

OSVALDO ROSALES es Director de la División de Comercio Internacional e Integración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y profesor de temas sobre Economía Internacional en el Magíster en Gestión y Dirección de Empresas de la División de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile. Antes se desempeñó como Director General de Relaciones Económicas Internacionales en Chile. Sígalo en Twitter en @osrosales.

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