¿Diplomacia cultural y austeridad republicana?

18 febrero, 2019 • Latinoamérica, Opinión, Portada • Vistas: 6717

Tomado de la cuenta de Twitter @SRE_mx

Omar Baqueiro

Febrero 2019

Entre los temas referidos en el discurso inaugural del Secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, durante la XXX Reunión de Embajadores y Cónsules (REC 2019), llamó la atención la voluntad expresada por el gobierno en turno por dar «un gran peso a la diplomacia cultural de México» (dicho así por el Canciller). En esa reunión, la Secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y el Director de Relaciones Culturales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Enrique Márquez, explicaron somera y brevemente algunas de las estrategias que se implementarán para tal fin: la creación de un Consejo de Diplomacia Cultural, los seis ejes que regirán la política cultural a nivel internacional y el programa Nueva Cultura de México.

Los anuncios fueron recibidos entre felicitaciones, beneplácitos, reservas y críticas, tanto por diplomáticos como por expertos en política cultural. Una de las críticas que más coincidencias tuvo, por ejemplo, fue el hecho de que lo expresado en la REC 2019 no vino acompañado de un anuncio sobre qué presupuesto se asignará al financiamiento para las estrategias de diplomacia cultural comunicadas.

Si bien lo anterior es cierto, y eso siempre ha sido una constante -la de «castigar» con pocos recursos a la cultura, incluso en su promoción en el exterior-, también es verdad que resulta necesario establecer formalmente objetivos en materia de diplomacia cultural, que le den a la tarea un carácter de «obligatoriedad» y de largo plazo, que le sirvan al Estado de guía, indicándole bajo qué propósitos se precisa difundir la cultura de México. Tal y como sucede con los principios de política exterior, plasmados en la Constitución. Sin embargo, actualmente no existe algún documento que ahonde en ese sentido, y de hecho, los últimos planes sexenales tampoco contemplaron concretamente algo al respecto (con excepción del gobierno de Vicente Fox) y la vigente Ley del Servicio Exterior Mexicano, solo menciona escuetamente en uno de sus artículos: «fortalecer el prestigio del país» y «promover el conocimiento de la cultura nacional».

Es necesario hacer partícipe a la iniciativa privada radicada en el país de la promoción de la cultura mexicana en el exterior y buscar mejores estrategias para recaudar sus recursos.

Por el contrario, si se tuvieran estos objetivos o lineamientos formalmente definidos (y más detallados) en algún instrumento jurídico, se estaría dando efectivamente mayor peso a la diplomacia cultural. También se lograría generar confianza a posible financiamiento privado para invertir en proyectos del Estado que busquen promover la imagen del país. Dicho esto, me permitiré enunciar algunas alternativas que la «Cuarta Transformación» podría implementar para financiar tareas de promoción cultural en el extranjero, y acordes con la «austeridad republicana» que el actual gobierno busca procurar.

¿Cómo financiar la diplomacia cultural de México?

Primero, hay que reconocer que resulta apremiante dotar de mayor autonomía a la Agencia Mexicana de Cooperación para el Desarrollo (Amexcid), además de asignarle un mayor presupuesto para la cooperación cultural. En una charla sostenida el 27 de mayo de 2017 con una agregada cultural de México, asignada en un país europeo, me compartía las dificultades con las que lidia para acordar proyectos culturales en conjunto con instituciones en el país al que estaba asignada, cada vez que estas se planean, en promedio, con 2 años de anticipación, mientras que los diplomáticos mexicanos conocen hasta finales de cada año los recursos con los que dispondrán para el próximo. Por lo que, aún si no fuera posible aumentar los recursos que se destinan a Amexcid, el simple hecho de no condicionarla a partidas anuales sería un gran avance. Es decir, sería muy útil poder planear su presupuesto cada 4 o 6 años, por ejemplo, y de forma intersexenal. Esto no significaría tener que asignar el total de los recursos planeados en una sola exhibición pero sí se podrían comprometer (de verdad), incluso entre diferentes gobiernos federales. Algo así les permitiría a las agregadurías y a los institutos culturales poder programar en el largo plazo y tener un mayor margen de negociación con posibles socios locales.

Segundo, es necesario hacer partícipe a la iniciativa privada radicada en el país de la promoción de la cultura mexicana en el exterior y buscar mejores estrategias para recaudar sus recursos. Ya sea mediante la creación de un nuevo organismo donatario, como el anunciado por Frausto en la REC 2019, o por medio de los ya existentes, como el Fondo Nacional de Cooperación Internacional para el Desarrollo, que depende de Amexcid, y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Si bien estos fondos recaudan recursos de particulares que en ocasiones se emplean para proyectos de diplomacia cultural, son pocas las veces que esto ocurre. Por lo que si se decidiera captar más y mayores montos, lo ideal sería crear un comité que auxilie al consejo, de cualquiera de estos organismos, para coordinar un programa, como consecuencia, y desarrolle una ambiciosa y permanente campaña de recaudación de fondos.

Mientras que, si se decide avanzar en el camino con el Consejo de Diplomacia Cultural propuesto, se debe de tomar en cuenta lo que se intentó durante el sexenio de Fox, cuando se deseó dar unidad a la red de institutos culturales de México en el extranjero y constituirlos en un órgano desconcentrado. Entonces se había ideado un plan de procuración de fondos para financiar las actividades de los centros culturales, para el cual el Fideicomiso México Puente de Encuentros se encargaría de recibir los donativos de empresarios nacionales y extranjeros, quienes a su vez, y algunos de estos, serían considerados Sociedades de Amigos Locales, que estarían encargados de procurar recursos en países donde estos tuvieran origen o intereses. De lo que se podía constatar en los reportes oficiales de la época, el plan parecía muy complejo y ambicioso, y como puede uno imaginar, nunca operó tras la remoción de Jorge Castañeda como Canciller.

Sin embargo, si hoy se deseara retomar esta idea con la propuesta presentada en la REC 2019, y no solo para financiar a los institutos, lo ideal sería que el consejo directivo del nuevo órgano no integrara demasiados miembros (como el proyecto antecesor), que efectivamente estuviera integrado por eminencias del mundo del arte y la cultura para poder acceder a grandes donantes pero que igualmente contemplara a expertos en materia de diplomacia cultural, así como mantener un buen balance entre ciudadanos independientes y funcionarios para dotarlo de confiabilidad. De igual manera, sería conveniente establecer diferentes montos a donar, lo cual permitiera a aquellas empresas que decidan tener presencia en determinados eventos culturales y en determinados países, tener visibilidad de marca.

La diplomacia cultural es de suma importancia porque, si bien los gobiernos federales van y vienen cada 6 años, el país y la República permanecerán por muchos más.

Tercero, que los institutos culturales de México en el extranjero se puedan registrar como organizaciones donatarias, tal y como las sedes en Washington, D.C. y en Nueva York. Al igual que los otros institutos, estos dependen de la Secretaría de Relaciones Exteriores pero también tienen registro local de organización no lucrativa en Estados Unidos. En el caso del que se encuentra en la Gran Manzana, por ejemplo, los recursos obtenidos por donativos llegan a representar en ocasiones un 70% de su presupuesto total (dato compartido por un colaborador en junio 2017). Estos dos centros culturales, representan casos exitosos en cuanto a procuración de fondos y sería muy oportuno reproducir su ejemplo en las otras once sedes o, por lo menos, en los que también se encuentran en Estados Unidos. De cualquier forma, aquellos institutos que sí lograran constituirse así, debieran igualmente seguir el ejemplo de los institutos mencionadas, en cuanto a integrar en sus consejos directivos y consultivos a grandes personalidades mexicanas y locales radicadas en sus países sede, con redes importantes que eventualmente puedan otorgar grandes donativos a los institutos.

Finalmente, sería ideal que la mayoría de los agregados culturales tuvieran experiencia en gestión cultural, lo cual, aunado a todo lo anteriormente dicho, les permita generar alianzas y acuerdos con posibles patrocinadores en la producción y organización de eventos para promover la cultura mexicana. Esto es algo que el exdiplomático Eduardo Cruz ha postulado anteriormente. Propone la figura de un agregado cultural y de negocios, toda vez que las y los encargados de esta tarea muchas veces se vinculan con empresas mexicanas y locales para el financiamiento de las actividades culturales que desarrollan en el país asignado. Por lo que estos podrían, como afirma Cruz, idealmente promover intereses de industrias culturales mexicanas en el exterior, además de atraer inversión extranjera a México.

Sin duda que hay otras y más opciones para procurar financiamiento a la tarea de promoción de la cultura mexicana en el extranjero, las aquí enunciadas me parece serían relativamente fácil de implementar y muy acordes con la austeridad republicana. Asimismo, sería necesario considerar, como parte de una buena planeación, poder evaluar los resultados de cada acción emprendida para lograr medir cuál es el impacto identificable de la diplomacia cultural en el desarrollo del país.

Para quienes vemos en la diplomacia cultural una estrategia de política exterior capaz de tener un gran impacto positivo en la imagen del país, resulta alentador ver que la «Cuarta Transformación» tendrá voluntad de impulsarla. Ahora, será necesario que esa voluntad se plasme en mecanismos formales que, por un lado, hereden a los futuros gobiernos una serie de lineamientos y objetivos sobre cómo regirse en la materia, como política de Estado, y por el otro, que se garantice la asignación de recursos (públicos y privados) entre gobiernos para que cualquier plan y programa encaminado en el tema, no sea meramente simbólico ni interrumpido. La diplomacia cultural es de suma importancia porque, si bien los gobiernos federales van y vienen cada 6 años, el país y la República permanecerán por muchos más. De esta manera la imagen del país debiera procurarse siempre, y la oportunidad que se tiene ahora es única.

OMAR BAQUEIRO es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, y maestro en Economía de la Cultura por la Universidad Erasmus de Rotterdam. Cuenta con 10 años de experiencia en el sector de promoción y gestión cultural, en proyectos a nivel nacional e internacional, tanto en sector público como en privado. Sígalo en Twitter en @baqueir0.

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4 Responses to ¿Diplomacia cultural y austeridad republicana?

  1. Noe Lopez Amador dice:

    Excelente trabajo de investigación!! Felicidades!!

  2. Alethia Olmedo Perlasca dice:

    Atinadas propuestas.

  3. Manolo dice:

    Excelente propuesta, extraordinaria visión y gran amor por la cultura y tu país, eres grande Baqueiro.

  4. […] en cuanto al financiamiento, como se ha propuesto anteriormente, habría que evaluar las distintas opciones para recibir donativos de la iniciativa privada para […]

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