Cuarta por cuarta: transformación y revolución

4 octubre, 2018 • Artículos, CEI Gilberto Bosques, Europa, Portada • Vistas: 7729

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Inés Carrasco Scherer

Octubre 2018

Una colaboración del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques

Hoy en México se habla diariamente, casi incesantemente, de la denominada «Cuarta Transformación» del país, impulsada durante la campaña del presidente electo Andrés Manuel López Obrador. El Movimiento Regeneración Nacional (Morena) prometió cambios de la misma profundidad que la Independencia, la Reforma y la Revolución, que afectarán todo ámbito de la vida nacional. Sin embargo, este no es el único cambio radical que se anuncia desde 2016: según Karl Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, vivimos los principios de la «Cuarta Revolución Industrial».

El Foro Económico Mundial, en su tercer reporte anual sobre el cambio en el empleo «El futuro de los trabajos 2018», señala que el 50% de las empresas que consultaron para su investigación anticipaba una reducción en su fuerza laboral por procesos de automatización para 2022. Asimismo, reportaron que para 2025 es probable que las máquinas dispongan más horas que los humanos al trabajo (52% vs. 48%); actualmente la división es 29% máquinas y 71% humanos. El reporte busca desde 2016, analizar las tendencias tecnológicas y sus implicaciones en nuestras sociedades, por lo cual considera datos de veinte países (incluyendo México) y doce industrias distintas.

El Presidente electo, entonces candidato, apostó por presentar un proyecto de nación diferente con claras divergencias de los gobiernos previos en áreas clave como la seguridad, el desarrollo, la economía y la justicia. La mayoría de los votantes decidió confiar en la promesa de López Obrador y le otorgó un mandato incuestionable, con mayorías en el legislativo y en los gobiernos locales. Gracias a las propuestas y plataformas electorales de los candidatos de todos los  partidos, desde las elecciones ha perdurado el debate en temas de suma importancia para el futuro desarrollo del país: la búsqueda de la verdad ante la alarmante violencia e impunidad; la procuración e implementación de la justicia por medio de instituciones distintas o reformadas; la legalización de las drogas y las políticas subsecuentes de posible amnistía o reparación; la participación enaltecida de la sociedad en la toma de decisiones; el desarrollo de las regiones más rezagadas del país, y las relaciones de México con el resto del mundo, más allá de Norteamérica y mucho más allá del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Queda mucho por definir de la «Cuarta Transformación», en gran medida porque aún ni siquiera ha entrado completamente en funciones el gobierno que prometió llevarla a cabo, pero también porque, sin duda, tendrá que responder y dialogar, de alguna forma, con la realidad tecnológica que se avecina. Schwab considera que la «Cuarta Revolución Industrial» se refiere a los cambios «dramáticos y exponenciales» de las nuevas tecnologías, así como el impacto de las mismas en todas las áreas de la vida humana. Por supuesto, dentro del «impacto» caben millones de consideraciones positivas y negativas. En parte, lo emocionante y atemorizante es exactamente eso: saber que hemos comenzado a viajar por una vereda que todavía no conocemos.

Tecnología y gobierno, mundos distantes

El tema de la tecnología y su relación con el gobierno fue uno de los cuales se abordó con poca profundidad durante las campañas, y muchas veces en tono de mofa. Lo que resultó evidente fue que, para la mayoría de las candidatas y los candidatos a elección en 2018, los temas tecnológicos siguen estando fuera de sus áreas de conocimiento o interés. Más allá de los temas de seguridad o espionaje (que no son de ninguna manera menores), la realidad es que no hubo debates profundos al respecto. Hay que recordar que durante esta elección, hablar de tecnología fue a menudo percibido como evidencia de la distancia que existía entre el candidato y la población. Para un país como México, repleto de inequidades, violencias y exclusiones, es lógico que el tema a debatir no sea la automatización; sin embargo, se hable o no de estos temas, sin duda continúan desarrollándose. Y más allá de eso, la automatización será clave para profundizar la inequidad en caso de que los actores relevantes no tomen en sus manos la creación de nuevas regulaciones e incentivos que lo impidan.

Lo que resultó evidente fue que, para la mayoría de las candidatas y los candidatos a elección en 2018, los temas tecnológicos siguen estando fuera de sus áreas de conocimiento o interés.

La realidad es que la automatización, la inteligencia artificial y el avance exponencial de la tecnología no necesitan de nuestro reconocimiento o atención para dictar el futuro de la humanidad. Muchos de nosotros podríamos continuar ignorando y obviando esta realidad  en nuestro día a día por quizá algunos años más. No obstante, el hecho es que en un futuro nada lejano tendremos que responsabilizarnos (individual y colectivamente) por nuestra inconsciencia o desinterés. La inteligencia artificial tiene el nombre de «inteligencia» y no simplemente de computación, dado que busca abonar sobre conocimientos adquiridos para hacer conexiones entre estos y nueva información; o bien, busca imitar el proceso humano de aprendizaje para formar pensamiento. Es decir, puede que nosotros no estemos pensando en la inteligencia artificial, pero en algún lugar, existen máquinas que están procesando información nuestra (por medio de insumos de big data), perfilándonos como consumidores, trabajadoras, estudiantes, pacientes, y sí, súbditos o ciudadanas.

Inevitablemente, al hablar de temas como automatización, robotización y particularmente inteligencia artificial, emergen las preocupaciones con el desplazamiento humano de puestos de trabajo. Desde su reporte de 2016, el Foro Económico Mundial ha advertido que sí sucederá dicho desplazamiento; y en su iteración de 2018, ofrece recomendaciones puntuales para enfrentar este nuevo futuro. Sin duda, existen un sin fin de consideraciones acerca de cómo deberíamos de prepararnos mejor, a nivel colectivo e individual, para los cambios que vienen.

No obstante, prepararnos implica primeramente reconocer los cambios que ya han sucedido y cómo se han desarrollado. La disrupción tecnológica ya ha alterado radicalmente incontables industrias: los medios de comunicación han sufrido cambios irreversibles que permiten una democratización del conocimiento, pero hoy cuestionamos quiénes deberían de ser los responsables de aseverar la veracidad de los contenidos compartidos, cómo regular los discursos de odio y qué hacer ante campañas masivas de desinformación. De la misma manera que el internet abrió la puerta a la «comentocracia» popular (siempre y cuando se tenga acceso a internet, privilegio del cual se hablará más adelante), también, de la mano del libre mercado, poco a poco se fue evidenciando que las plataformas supuestamente multitudinarias, realmente son controladas por las mismas élites de siempre. A saber, hombres del mundo desarrollado, en su gran mayoría de familias de clase media y media alta, con altos niveles educativos y formados en instituciones que refrendan muchas de las estructuras de poder que han perdurado en los últimos siglos: la supremacía blanca masculina, la lógica y la razón por encima de la emoción y la empatía, el individuo sobre el colectivo.

Es decir, cuando el internet comenzó a ser utilizado como plataforma de intercambio y debate, se entendió como un espacio democrático -a diferencia de los medios tradicionales, no se requería de cierto título o posición para publicar un artículo de opinión que alcanzaría a millones de lectores- lo único necesario era conexión a internet. No obstante, esta fue quizás una simplificación optimista: el acceso al internet sigue siendo un lujo en decenas de países y hoy, no contar con una conexión eficiente (su rapidez es cada vez más relevante), ha aumentado exponencialmente la brecha entre ricos y pobres, entre quienes tienen oportunidades de crecer y quienes quedarán rezagados por mercados laborales que ya no operan de la manera que lo hacían antes.

¿Progreso para quién?

No obstante, cabe subrayar que toda la innovación tecnológica es de creación, control y manejo humano. Esto implica que la tecnología que estamos generando responde a intereses y necesidades de consumidores, de gobiernos y de individuos. Más, también sabemos en qué tipo de mundo vivimos: uno desigual, donde se han comenzado a abrir espacios para grupos minoritarios y constantemente excluidos o vulnerados, pero que aún no refleja en sus núcleos de poder, la multitud de voces y realidades que comprende. Vale cuestionar con qué fin se desarrollan los avances tecnológicos y a beneficio de quiénes. No habrá ninguna tecnología realmente revolucionaria hasta que no sea capaz de impulsar, empoderar y dignificar a toda la población que las otras revoluciones dejaron atrás.

Por ende, aunque no tengamos claro cómo nos acabe impactando (de manera individual y colectiva) vivir junto con un aparato inteligente como lo es «Alexa» de la empresa Amazon, sabemos que es una de las empresas más ricas del mundo que, no obstante, cuenta con políticas de contratación atroces y condiciones deplorables dentro de muchos de sus espacios de trabajo. El dispositivo de «Alexa» es publicitado como una asistente virtual y consta de una bocina que se instala en oficinas o domicilios para hacer más eficientes ciertas tareas. Se programa por medio de comandos de voz (en efecto, uno debe de hablarle por «su nombre» para activarlo) y «Alexa» responde. La bocina inteligente tiene acceso directo a internet que le permite completar más de 25 000 tareas, dentro de las cuales se encuentran programar otros aparatos con acceso a internet (televisiones, etcétera), tocar música, responder a tus preguntas (accediendo a buscadores en internet) y, de mayor importancia para Amazon, puede programar compras directamente en su sitio.

A primera instancia, puede parecer que quizá «Alexa» no está desplazando el trabajo de nadie, más una mayor consideración revela que su existencia altera varios mercados. Primeramente, las compras en persona que cada vez se ven más amenazadas por las compras en internet; ahí existe una enorme fuerza laboral que está perdiendo terreno. Posteriormente, no son solo los vendedores que se ven beneficiados por las existencias de tiendas físicas, sino que la desaparición de las mismas puede afectar a comunidades enteras. Al centralizar las ventas (Amazon ha expandido cada vez más la oferta de productos disponibles y hoy surte desde alimentos perecederos hasta muebles, pasando por artículos higiénicos, libros de texto, tecnología y ropa), y hacerlas tan eficientes, Amazon podría bien continuar desplazando a millones de pequeñas y medianas empresas que compiten con el gigante alrededor del mundo. Aunque las grandes corporaciones y su amenaza a pequeños competidores no es nueva, lo que sí es innovador es todas las industrias que son capaces de impactar a nivel mundial las nuevas mega corporaciones. El acceso que tienen a sus usuarios y toda la información que son capaces de generar sobre sus clientes, crea un nuevo espacio de competencia en donde únicamente aquellos con las mayores capacidades económicas y tecnológicas podrán jugar.

En efecto, el Foro Económico Mundial resalta que dentro de la pérdida de millones de trabajos por la automatización, se podrían generar hasta el mismo número de empleos que se pierden.

El contrargumento al desplazamiento de estos trabajos es que dentro de los ámbitos mencionados también se están generando nuevos empleos. En efecto, el Foro Económico Mundial resalta que dentro de la pérdida de millones de trabajos por la automatización, se podrían generar hasta el mismo número de empleos que se pierden. Continuando con el ejemplo de Amazon, bien puede causar la pérdida de muchos empleos, pero también debe contratar cada vez a más personal que maneje los aspectos tecnológicos de demanda: las compras por internet, la seguridad, la infraestructura y el diseño del sitio. Cada vez se requiere de más personas en más países.

Sin embargo, es evidente que entre el primer grupo de empleados que tiene una demanda en descenso (vendedores de piso, contadoras, empleados de limpieza, gerentes, repartidores, entre otros), y el segundo (analistas de datos, mercadólogos, programadores, expertos en ciberseguridad, diseñadores gráficos, entre otros) que cuenta con una creciente demanda, es probable que exista una brecha sustancial de conocimiento. Por ende, el Foro está fomentando que desde los gobiernos y las empresas, se impulse el concepto de «aprendizaje de por vida», para que quienes ven sus plazas amenazadas, comiencen hoy a preparase para el futuro.

De igual manera, la empresa tiene poco interés en el bienestar de sus trabajadores en fábricas y depósitos; las historias sobre el trato degradante y las condiciones inhumanas nos hablan de una nula valoración de esa fuerza laboral. Justamente, esta es la fuerza laboral con menores capacidades para participar en las partes que requieren mayores conocimientos y niveles de educación tecnológica más avanzada, la misma fuerza laboral que la empresa desplaza por su modelo de negocios en distintas industrias. En febrero de 2018, se reportó que la empresa patentó brazaletes que graban la actividad de los empleados de bodegas en tiempo real y que por ende son capaces de evaluar la productividad de quienes están encargados de empacar sus productos.

Se ha hablado extensivamente de la nueva generación de millonarios de la tecnología, jóvenes que desde sus dormitorios universitarios crearon empresas de miles de millones de dólares. No obstante, no se ha hablado de manera tan extensa de la creación de estos dos tipos de trabajadores: los que pueden, por recursos económicos, edad, tiempo y posibilidades, profundizar en sus conocimientos o desarrollar nuevos para aprovechar los mercados emergentes; y, aquellos que por falta de las capacidades o facilidades anteriormente mencionadas, deben de pasar a empleos de mayor inseguridad, con menos prestaciones y que requieren aún menos habilidades que las que desarrollaban antes. Vale la pena solamente consultar las políticas de Uber: ellos no tienen clientes ni conductores, son solamente una plataforma que conecta a gente que busca y otra que provee ciertos servicios.

¿Será que los conductores de Uber comparten características con los trabajadores de las bodegas de Amazon? Y, aún de mayor interés, ¿qué características tienen en común los Zuckerbergs, los Bezos, los Jobs y los otros magnates tecnológicos del mundo? ¿A qué intereses sirven? Virginia Eubanks publicó a principios de 2018 Automatizando la Inequidad: Cómo las herramientas high-tech perfilan, persiguen y castigan a los pobres, que señala todos los sesgos que incluyen sistemas supuestamente imparciales de procesamiento de datos para fines gubernamentales. La realidad, asevera la autora, es que nuestra tecnología refleja nuestros valores.

La «Cuarta Transformación» es una apuesta por un cambio social y político más allá de simples actores, es un cambio que busca romper con vicios y actitudes que dañan a todo el país, pero que desproporcionalmente afectan a las personas de escasos recursos, a las mujeres y a los migrantes, para nombrar algunos. La «Cuarta Revolución Industrial» es una realidad que cada día define más a nuestro entorno. Ambas, deben encontrarse pronto para asegurar que esta nueva etapa de la historia de México sea verdaderamente nueva y no simplemente la misma historia pero con blockchain.

INÉS CARRASCO SCHERER es Directora del área de análisis e investigación del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques del Senado de la República. Es maestra en Relaciones Internacionales por la London School of Economics & Political Science y licenciada en Historia por el King’s College London. Sígala en Twitter en @inesetcetc.

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