China y El Vaticano: desencuentros y posibilidades

23 julio, 2018 • Artículos, Asia/Pacífico, Portada • Vistas: 4893

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Pablo Baisotti

Julio 2018

La Compañía de Jesús está presente en China desde el siglo XVI tras la llegada de los misioneros jesuitas Matteo Ricci, Michele Ruggieri y San Francisco Javier. En 1949, solo 2 millones de chinos eran creyentes católicos en una población total de alrededor de 541 millones (es decir, solo el 0.37%). Hacia 2011, la cifra de católicos llegó a 9 millones y aunque fue un considerable crecimiento, no alcanzó siquiera el 1% de la población total de China (quedó en 0.65%). De estos 9 millones, 5.7 millones formaban parte de la Asociación Católica Patriótica China, creada por el gobierno para ejercer control sobre los católicos chinos. Esta asociación rechaza la autoridad de El Vaticano y nombra a sus propios obispos. Por ello, los católicos chinos que responden a Roma (llamada por el gobierno «Iglesia clandestina») rondarían los 3.3 millones de personas representando, en una población de alrededor de 1382 millones de personas, aproximadamente el 0.24%. (Según el profesor Yang Fenggang de la Universidad Purdue, China podría ser, para 2030, el país con mayor concentración de cristianos en el mundo, con 247 millones de creyentes.) Es decir, un porcentaje menor en comparación con 1949. Este dato es preocupante para El Vaticano, pero al mismo tiempo es un incentivo para acercarse a este país.

Con la elección del papa Francisco (casi en la misma fecha que el actual Presidente chino, Xi Jinping) los vínculos entre China y la Santa Sede comenzaron a mejorar. Se debe notar que además del catolicismo, el protestantismo, el islam, el budismo y el taoísmo son las cinco religiones reconocidas oficialmente. El Pontífice es jesuita, y debido a la historia de la Orden en China, se transformó en el candidato ideal para solucionar la disputa entre ambos Estados, que data de 1951. A ello se suma -como señaló el teólogo brasilero Leonardo Boff- el carisma de Francisco «un hermano universal». La prueba de ello la dio 3 días después de ser elegido, con el envío de una carta a Xi cuando alcanzó la presidencia en 2013. Al año siguiente, Xi permitió el paso del avión papal por el espacio aéreo chino hacia Corea del Sur. En 2015, el Papa saludó a un delegación china -no gubernamental- en el marco de una consulta sobre la encíclica Laudato si´ y sobre la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Un paso más de la Santa Sede hacia China para estrechar vínculos y compartir la preocupación por el cambio climático.

El histórico problema entre ambos Estados fue la potestad para nombrar obispos. Una solución que comenzó a plantearse hace algunos años fue la presentación, por parte de China, de tres candidatos al Papa, quien tendría la decisión final (o el veto de la terna). Una importante concesión vaticana para quebrar el distanciamiento y terminar con el estancamiento católico que prevalece en este país, circunscripto mayormente en áreas rurales. También para evitar una propagación de abusos sobre los católicos «romanos» chinos como sucedió en Zhejiang donde reside una de las mayores poblaciones cristianas de China. Allí fueron retiradas centenares de cruces de iglesias, y en el sudeste, en Jiangxi, miembros del Partido Populista de China presionaron a los cristianos para que cambiaran las imágenes de Jesucristo por pósteres de Xi, so pena de exclusión de los programas oficiales de ayuda.

Con la elección del papa Francisco (casi en la misma fecha que el actual Presidente chino, Xi Jinping) los vínculos entre China y la Santa Sede comenzaron a mejorar.

Aunque recientemente ha habido un acercamiento de posiciones, el régimen chino no quiere perder su potestad en el nombramiento de obispos. Ninguno de los dos Estados va a ceder en esta cuestión, por ello la distensión en otras áreas es fundamental para lograr un vínculo sólido, a pesar de este tema. Uno es el ámbito informal en el cual el papa Francisco es un experto, y que quedó demostrado en otros contextos (como por ejemplo en el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos). Mensajeros personales para llegar a las autoridades comunistas, y actualmente el tema cultural, son las dos vías que está empleando para ganar confianza y solidez frente al gobierno chino.

La diplomacia de los «sentidos» impone la belleza del arte como medio para acercarse a las personas (people-to-people) y luego las posiciones ideológicas y políticas. Ya se planificaron dos exposiciones para 2018 en China y en El Vaticano con intercambio de objetos artísticos. Difícilmente el placer visual del arte pueda diluir el férreo pragmatismo llevado a cabo por el gobierno chino desde hace décadas. No obstante, el Papa se acerca a China desde varios ángulos y la presión conjunta dará frutos. Esta iniciativa fue llamada por la Santa Sede «La belleza nos une», mientras que el gobierno chino prefirió un título más formal: «Exposición Chino-Vaticana Contemporánea». Se aprecia que hasta en el título existen aproximaciones diversas. Zhu Jiancheng, funcionario principal chino encargado de organizar la exposición junto a representantes de El Vaticano, opinó que la muestra estimulará la confianza mutua. Ello representa la frecuencia de poder blando que China practica con tanta habilidad en el tablero mundial. El Vaticano en esta ocasión dará una lección de poder blando a China. La exposición de El Vaticano contará con dos pinturas del pintor chino Yan Zhang, quien las donó al papa Francisco.

Para China, restaurar los lazos de amistad con El Vaticano podría fomentar y consolidar la parte oeste (europea) de la Nueva Ruta de la Seda, regiones tradicionalmente católicas o con gran influencia de Roma. Pragmatismo, diplomacia mundial, buena voluntad y poder blando es el juego en el tablero sino-vaticano. Debajo del mismo, lamentablemente, existen fieles con necesidad de un pastor.

Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el punto más sensible es la nominación de obispos. Es el reto principal. El Vaticano no mantiene desde 1951 relaciones diplomáticas con China y la Iglesia católica en ese país está dividida entre una iglesia «oficial» (Beijing) y otra «clandestina» (Roma). Otro de los puntos de fricción es el reconocimiento diplomático de Taiwán por parte de El Vaticano, al cual China considera una provincia rebelde. En Taiwán viven unos 300 000 católicos. Un elemento a favor es la imagen positiva del papa Francisco «amigo del Tercer Mundo». Al recibir el mensaje de agradecimiento por el paso aéreo (el papa Francisco es el primer líder de la Iglesia católica que vuela sobre China), el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Hua Chunying, dijo que se promoverían las relaciones bilaterales y que su país apoyaba a los creyentes religiosos para que desempeñasen un papel activo en el desarrollo económico y social. De concretarse esto, China vivirá (y está viviendo) un renacer religioso y podría transformarse en una importante reserva de fe, una luz que pueda iluminar la mortecina llama europea.

Para China, restaurar los lazos de amistad con El Vaticano podría fomentar y consolidar la parte oeste (europea) de la Nueva Ruta de la Seda, regiones tradicionalmente católicas o con gran influencia de Roma.

Durante la gira de Francisco por el Sudeste Asiático, China siguió con atención su desempeño. Los gestos de uno y otro lado no fueron suficientes para eliminar las suspicacias y recelos (sobre todo de parte de China). Pero como se mencionó, lo que diplomáticamente se busca es una relación cordial y con crecientes vínculos. China intenta consolidar su imagen como potencia económica mundial por medio de la Nueva Ruta de la Seda; El Vaticano intenta encontrar la solución a ese nudo gordiano que es la designación de obispos y el tema de Taiwán.

El viaje de Francisco a Myanmar (Birmania) fue seguido por el gobierno chino con sumo interés. Algunos especialistas han planteado que el Papa buscó apaciguar la crisis humanitaria que está sufriendo la etnia rohinyá (musulmana), especialmente en la región de Rakáin, estado situado en el golfo de Bengala. Esta es una zona estratégica para la Nueva Ruta de la Seda que China quiere consolidar Bangladesh y Myanmar han firmado un acuerdo para que los rohinyá expulsados puedan regresar voluntariamente. Este tratado fue apoyado por China, mientras que algunas organizaciones humanitarias lo consideraron insuficiente. La segunda etapa de su viaje lo llevó a Bangladesh (el primer papa en visitar este país fue Juan Pablo II en 1986) país que posee casi 150 millones de personas de las cuales solamente el 0.2% son cristianas (89.8% musulmanas, el 9.1% hinduistas, el 0.5% budistas). Allí se reunió con 16 desplazados de la minoría musulmana rohinyá (según ACNUR hay más de 600 000 desplazados en ese país), a quienes les dijo que «la presencia de Dios también se llama rohinyá».

El puente humanitario que quiere construir el Pontífice es compartido por China, puesto que necesita paz en la región. La actividad del Papa fue beneficiosa para China pero también para El Vaticano, que desea la concordia étnica en Bangladesh y en Myanmar. Los mismos puentes que Francisco tiende podrán ser usados por China para su iniciativa mundial. Tarde o temprano la sincera comprensión y aceptación volverá a estrechar la amistad entre China y El Vaticano.

PABLO BAISOTTI es doctor en Política, Instituciones e Historia y maestro en Relaciones Internacionales Europa-América Latina por la Università di Bologna, así como maestro en Derecho de la Integración Económica por la Universidad del Salvador, en Buenos Aires, y por la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne.

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