Brasil: la otra cara de la vulnerabilidad financiera

5 septiembre, 2016 • Artículos, Latinoamérica, Portada • Vistas: 7267

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Septiembre 2016

La globalización financiera, dominante desde finales de la década de 1970, fue presentada como una oportunidad para los agentes financieros del mundo en desarrollo. Tanto para los Estados como para las empresas el fin de la represión financiera -que agotaba las posibilidades de captar escasos recursos al interior- representó la posibilidad de salir a colocar deudas y títulos en las principales plazas bursátiles del mundo. Así, uno de los problemas estructurales de las economías latinoamericanas, como lo era el acceso al crédito, parecía solucionado.

Esta visión optimista de la globalización careció de una interpretación política y se subestimaron las relaciones de poder que subyacen en dicho proceso. Amparados en las próximas lecturas de la economía política internacional -la cual sostiene, siguiendo a Robert Gilpin, que los actores prosiguen la búsqueda de la riqueza y del poder- la principal amenaza para los países latinoamericanos ha estado dada por la condición asimétrica en relación a las reglas de juego. Mientras que unos son simplemente seguidores de reglas (rules-taker), los otros, los Estados y las empresas del denominado mundo desarrollado, son formuladores (rules-makers). Esta diferencia estructural no significa que existan actores que no estén propensos a sufrir la vulnerabilidad propia de la globalización, tal como lo señaló oportunamente Susan Strange -y que la crisis del 2008 demostró con creces-, pero es necesario afirmar que los márgenes de maniobra no son homogéneos.

Para fines de la década de 1990, la noción de «vulnerabilidad financiera» comenzó a tener suficientes casos empíricos en la periferia del sistema. Uno de los casos más emblemáticos fue Argentina y su crisis de deuda soberana de 2001. El impago de aquel año estuvo influenciado por el cambio de posturas del gobierno de Estados Unidos en relación a la política de salvamento. Posteriormente, a pesar de haber conseguido una restructuración exitosa de la deuda, la disputa por los denominados «fondos buitres» puso en evidencia las desiguales relaciones de poder. La colocación de deuda en Estados Unidos y, por ende, la aceptación de su jurisdicción para resolver las controversias posibilitó que un grupo de acreedores con mucho poder en el mundo de las finanzas, lograran doblegar -en las distintas instancias judiciales de Estados Unidos- los legítimos intereses de un Estado deudor.

En ese contexto, desde el último año, ha ocurrido otro caso emblemático de vulnerabilidad financiera. Este involucra a un país sudamericano que hasta hace poco tiempo era mostrado como un caso exitoso de inserción en el sistema financiero internacional. Brasil no solo no atravesó problemas de deuda soberana a principios del siglo XXI, sino que sus principales empresas, como muchas otras «multilatinas», comenzaron a cotizar en la bolsa de Nueva York para consolidar su fase de expansión e internacionalización.

Sin embargo, la crisis política que atraviesa el gigante sudamericano ha salpicado a muchas firmas brasileñas en el marco de las investigaciones sobre hechos de corrupción y faltas administrativas que impulsa la justicia de Brasil. Desde hace tiempo, muchas empresas han sufrido «acciones colectivas de inversionistas» los cuales se sienten damnificados por la pérdida de valor de las acciones. En estos días, Embraer, un emblema del empresariado brasileño, es llevado a un tribunal de Nueva York por accionistas que compraron recibos de acciones en Estados Unidos. Petrobrás, Eletrobrás, Braskem, Vale, Gerdau y Bradesco se encuentran en una situación similar a esta. Para las firmas, este problema vuelve aún más complejos los planes de negocios y agrava la crisis que atraviesan, todo esto en un contexto de una demanda global a la baja. En otras palabras, estas controversias representan un duro golpe para compañías que hasta hace poco parecían converger con las tradicionales empresas multinacionales diputándoles mercados y procesos productivos.

Ahora bien, ¿cuál es la lección que deben aprender países como Argentina y Brasil con estos episodios de vulnerabilidad financiera que han experimentado? Desde los «globalifóbicos», la respuesta está dada por impugnar y asilarse del proceso de globalización para justamente evitar los constreñimientos y las amenazas. Sin embargo, los costos de esta opción también son elevados. Para los Estados y las empresas periféricas refugiarse en sus mercados internos imposibilita para los primeros disponer de una herramienta de política económica y, para los segundos, alcanzar grados de competitividad internacional. Por ejemplo, los casos emblemáticos de empresas coreanas como Samsung o Kia -que forman parte del grupo conocido como «los milagros del río Han»- no se consolidaron vía la estrategia de cerrarse al mundo.

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En realidad, la enseñanza de estos episodios plantea la necesidad de que los formuladores de políticas públicas tengan una correcta lectura de las relaciones internacionales en tanto relaciones de poder. El proceso de globalización no es apolítico ni neutral ni simétrico. En el mundo interconectado, los errores y las omisiones que se cometen en el tablero interno se pagan, sobre todo si no se pueden influir y controlar los casilleros en los que se interactúa. Para decirlo de otro modo, las mismas prácticas y acciones llevadas a cabo por distintos agentes -gobierno y empresas de Brasil y de Estados Unidos, para ejemplificar- no siempre tienen los mismos efectos y consecuencias. Ante esta realidad, la consistencia de las políticas y las prácticas internas siguen siendo el único camino concreto para intentar cerrar el círculo de la globalización y evitar así costos  para los intereses nacionales.

En el caso de Brasil, las corruptas relaciones entre la clase política y empresarial y su exacerbación con fines políticos abrieron una rendija gravosa, es decir, efectos colaterales, para los intereses de las empresas brasileñas involucradas. Los errores internos de Brasil han conllevado al gigante sudamericano a sufrir la otra cara de la vulnerabilidad financiera a nivel regional.

ESTEBAN ACTIS es doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), donde actualmente se desempeña como profesor de la cátedra de Política Internacional Latinoamericana. Además, es becario posdoctoral por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina (CONICET).

 

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2 Responses to Brasil: la otra cara de la vulnerabilidad financiera

  1. Indio dice:

    Nota vacia de contenido si las hay. No dice absolutamente nada nuevo, ni sobre Brasil ni sobre la vulnerabilidad financiera de los paises latinoamericanos. Como si no bastara la falta de informacion novedosa, el analisis es tan basico que se asemeja a lo que diria un perejil en su post de facebook. Un tipico articulo de esos academicos que solo se esfuerzan por agregar algo nuevo en su lista de publicaciones pedorras. C’est la vie.

  2. Lulista dice:

    Tremendo refrito hermano. Vamos que un poco de creatividad nunca le hizo mal a naides!! Falta lo que se dice trabajo de campo, aunque decir aquello que no se ha dicho antes también requiere talento y coraje. Para lo demás, existe FA Latinoamérica.

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