Richard Feinberg
Dedicarse profesionalmente a las ciencias sociales en Cuba es un acto de amor, pues los recursos son muy inadecuados, los policías ideológicos están al acecho, las estadísticas oficiales son escasas y las autoridades por lo general solo permiten que se hagan estudios de campo con muestras pequeñas. Con todo, la admirable recopilación de estudios presentada por Jorge Domínguez y sus valiosos colaboradores cubanos, en Social Policies and Decentralization in Cuba: Change in the Context of Twenty-First-Century Latin America, logra transmitir un retrato conmovedor de esta sociedad, aun cuando no deja de ser deprimente. La salud y la educación universales han producido resultados meritorios, pero su calidad se deteriora visiblemente y los esfuerzos por reformarlas no han sido suficientes. Aunque se cuenta con muy poca información confiable, es evidente que se están ampliando las desigualdades socioeconómicas por etnias, sexos y distribución geográfica. La burocracia centralizada y la economía planificada de Cuba, que descansan en unos cimientos ideológicos resistentes a cualquier reforma, una y otra vez han frustrado los intentos de descentralizar la toma de decisiones e incrementar la participación democrática. Incluso a estos autores letrados les cuesta reconocer que renovar el crecimiento económico y estimular la productividad laboral van a requerir el sacrifico de algunos ideales sociales igualitarios.